9.8.11

Dulce Dama de Muerte.

Si leo antiguos relatos que salieron de mis dedos veo ahora que quizás no he sido justo con algún personaje que aparecía en ellos... tal vez sea por el hecho de tener una musa maldita, una suerte de luna llena tan brillante que impide que el cielo nocturno luzca una sonrisa de estrellas.

No sé si es que no nos gusta, pero apenas hablamos. De hecho, no funciona así. Ni yo la he elegido ni ella a mi, es más bien una cuestión de un aura de energía cuando está cerca, creo.

Todo tiene su opuesto, y parece que hace ya un tiempo que ha aparecido mi antimusa. No hay mala intención en sus poderes, de eso estoy seguro, pero de igual forma que una inspira sin pretenderlo, la otra diluye cada nube de mi cabeza en el aire y hace que la mina de mi lápiz se quiebre y haga que la punta de madera chirríe al arañar un papel cada vez más blanco. 

No quiero hacer daño a nadie con mis palabras y eso hace que no me atreva a escribirlas, eso es la antimusa... odio el papel en blanco, odio no poder seguir escribiendo más.

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