28.12.11

Un dardo en el mar.



Hacía tiempo que no pisaba el pub Fingerwing's, tal vez por demasiados recuerdos, no necesariamente malos, sino más bien ebrios y confusos. A decir verdad, sentí cierta nostalgia cuando entré, recordé que era en esas cuatro paredes en las que me había inspirado para escribir Pub Limbo.

Entré con mi amigo Thiago, un viejo conocido al que perdíamos a menudo entre las aguas, me refiero a que su vida transcurría en la mar, desde las costas de São Paulo hasta el Yukón sin pasar por el estrecho de Magallanes. Un hombre de mundo que no disfrutaba con ninguna cosa más que con su gaita y unas cuantas botellas de sidra.

No queríamos pasar la noche entre copas, ni tan siquiera recordar viejos tiempos, simplemente tomarnos la penúltima cerveza antes de irnos a dormir en aquella glacial noche. Se pidió una Guiness y yo una Murphy’s tostada, y en seguida advertí la presencia de la vieja diana donde habíamos jugado años atrás. No tardé en retarle a una partida amistosa entre trago y trago, por los viejos tiempos.

Capté sin querer la atención de un parroquiano de blanca cabellera llamado Frank, que aceptó el reto como si se lo hubiera lanzado al pecho con alguno de los dardos que aún descansaban en aquel vaso junto a la diana, y llamó a su compañero, un canijo rostro pálido con las fosas empolvadas y ojos inquietos (en toda la noche conseguí adivinar si de verdad me miraba a mí cuando me hablaba).

Nos apostamos la ronda y… bueno, ¿para qué enrollarme? salimos perdiendo. Dimos algo de juego, pues la apuesta era al mejor de tres y al menos ganamos la primera partida. Yo tuve una buena actuación, aunque fallé en momentos clave. También acerté muchas veces, ni qué decir tiene.

La moraleja de la historia es… demonios, ni siquiera logro acordarme ahora. Me sentí muy joven jugando con estos dos carcamales de la farlopa, Thiago y yo junto a ellos no parecíamos más que niños con algo de pelusa en el rostro. Pero también me sentí mucho más maduro en el sentido de cómo veíamos cada uno la vida, no entraré en detalles, pero estoy seguro de que no seré como ninguno de esos dos, y no por que vaya a conseguir grandes cosas, sino porque sé que voy a ser feliz. Lo sé. No me lo tiene que decir nadie. No me lo va a tener que decir nadie. Nunca. Tal vez en algún momento de debilidad…

Debería subirme algún día al barco de Thiago y ver la tierra desde fuera. Dicen que todo se ve distinto cuando estás flotando.

23.12.11

Un respiro entre las páginas.


Puede que parezca que he estado ausente, pero no es verdad, un poco sí, pero lo cierto es que he estado ocupado.
He estado escribiendo mi primera carta de amor, aunque aún no la he terminado, pero sé que lo voy a hacer.
También he estado pensando en si la vida es un sueño que parece demasiado real. A mí me gusta imaginármela como que ya conocemos todo, y rebuscamos con una mano invisible dentro de un enorme calcetín a rayas rojas y blancas. Dentro de él están todas las vivencias, lugares y personas; y las vamos sacando al azar. Luego nuestra mente nos engaña y mezcla todas estas cosas para que parezca que las vamos conociendo, cuando en el fondo ya lo sabíamos todo, porque todo es la misma cosa, todo es todo.
De momento también consigo hacer que se duerman el aguador de mis lagrimales, el monstruo verde, el apretar los puños y el chirriar los dientes; bajo el decreto de ¿ES DE VERDAD IMPORTANTE? todo así escrito.
Porque todo va a ir bien mientras tengamos unas pocas gotas de amor como las que llueven siempre sobre mi cabeza, hace tiempo que tiré el paraguas y dejo que me empapen bien.
Tan grande como es la mente humana… y el Universo capaz de albergar millones de ellas… para que haya quien sólo la ocupe en las uves dobles al final de las piernas y en cabrones de brazos verdes. Y me hablan de placer… Placer es observar el ascenso del humo mientras suena Breathe in the Air, Placer es saber que no necesito motivos para sonreír.
Porque la vida es como el bar, el bar no entiende de religiones ni de políticas, el bar está hecho para beber y pasarlo bien.
Con mi amnesia caótica, con mi algo en la mochila, mis etiquetas de Budweiser pegadas con saliva en esas botas… ¡Mira qué botas! ¡Qué guay!
Como los armadillos, que no son ni perros ni escarabajos, nosotros ninguno somos lo que creemos ser. Somos algo más. Y algo menos. Hemos nacido para ser siempre libres. Así que olvídate de este mundo. Tienes que crear otro.

17.12.11

Chasc.


Chasc es un tío sencillo, o al menos eso nos quiere hacer creer. La verdad es que se podría decir que hay dos Chascs.
El primero es el que todo el mundo conoce, un tipo algo reservado, de gustos sencillos como son el deporte en general y el fútbol en particular, el periodismo y la política. Chasc –ambos- es también un apasionado de la música, más en concreto del rap español. Puedo decir que sé algo de rap español, y por eso puedo decir que está tremendamente infravalorado, ya sea por desconocimiento o simplemente porque es una música que no gusta a todo el mundo. La influencia americana en el rap y sobre todo la imagen que los medios nos ofrecen del típico rapero dañan mucho a este género, todo el mundo conoce las canciones más míticas de SFDK, Violadores del Verso etc. pero no muchos veneran el gran valor poético que tienen muchas canciones –aunque contadas-. Chasc conoce ese valor, y ejerce una importante influencia en su persona, aunque más en el segundo Chasc, del que ya hablaré más adelante. Este Chasc –el primero- desde mi lejano punto de vista, y a riesgo de equivocarme, es tal vez algo apático, aunque nunca con sus amigos, a los que apenas puede contar con ambas manos. Es un tipo más bien misántropo, con algunos prejuicios perdonables enfundado en una máscara de ideólogo de izquierdas.
Pero si miramos al segundo Chasc, del que más me apetece hablar, y levantamos esa máscara, vemos que detrás de ella está el mismo rostro, la misma cara de rojo y de revolucionario. Es una persona que siente un gran amor por los suyos, por su familia, sus amigos, su equipo de fútbol. Creo que puede llegar a ser tan buena persona que él mismo tiene miedo, y en cierto modo parece querer esconder esa faceta suya.
Yo conozco a Chasc desde que puse mi culo en la cuna, no lo recuerdo, pero tal vez compartimos incluso noches de pañales meados. Aunque… poniéndome a escribir esto me doy cuenta de que, por mucho que yo crea conocerle, no sé cómo describirlo. Probablemente sea la persona que más se interesa por lo que escribo, sea lo que sea, aunque antes jamás se hubiera puesto a leer cualquier charada que publica un cualquiera en cualquier sitio. Pensaba enviarle esto como carta de admiración, para que sienta que está presente en mi vida aunque siempre nos separen más kilómetros de los que nos gustaría, pero no sé, no estoy seguro, hace un rato, cuando abrí el ordenador en plena noche de insomnio para escribir lo que se me pasaba por la cabeza, tenía en mente un buen texto, una genial descripción de lo que es para mí mi primo, aunque no fuese una verdad absoluta, sino la mía. Eso hacemos los escritores ¿no? Escribir nuestras propias verdades, aunque nos mintamos a nosotros mismos, porque también podría decir cosas malas de Chasc.
Así que, de momento, creo que no voy a mostrarle estas líneas a su protagonista, porque a menudo me asusta abrir tanto mi corazón en una hoja en blanco, por miedo a quien pueda leerla. Si fuese buen escritor no tendría miedo, porque tendría la seguridad de que nadie malinterpretaría mis palabras… pero por ahora sólo soy un estudiante de una carrera que no le apasiona y que procura dedicar el tiempo a producir cosas, crear mundos… con mi inseguridad no quiero decir que me sienta mal escritor, ni mucho menos, es simplemente el convencimiento autoimpuesto de que no soy tan bueno como algunas personas me quieren hacer creer, por amor supongo, aunque claro, eso no significa que no tenga fe en llegar a serlo.
Y si dejo de hablar de mí un segundo, y vuelvo a Chasc… creo que es bastante posible que nuestro camino se junte algún día, pues cada uno de nosotros es una buena influencia para el otro, no creo que hubiera sido del todo la persona que soy ahora si no hubiera sido por él, ya, eso pasa con todas las personas que conocemos, pero me gusta creer que con él es de forma algo más intensa. De igual forma que creo que Chasc es ahora lo que es un poco gracias a mí.
Pero… ¿Qué voy a saber yo? Si sólo soy un pobre terrícola…

10.12.11

El salón de mi sien.


Cabeza, ¿dónde está tu casa? ¿de dónde eres? Yo soy de un país muy pequeño, verde y bonito, con vistas al mar, ahí al norte, donde se respira mejor a pesar de las rocas negras y el humo de las fábricas, donde la lluvia es fina y cruza el cielo todo el año.

Los escasos veinte años que llevo por aquí no me han llevado demasiado lejos, no he viajado apenas, más que para ver tres orillas del trozo de tierra a este lado de los Pirineos, pero mi camino, desde hace algún tiempo, ha hecho un alto para descansar en tal páramo alejado del mar… lo que me gusta llamar el puto centro.

Venía ya con algunas ideas de casa, pero aquí es donde les he dado forma, donde he crecido de aquí arriba-mientras golpeo suavemente mi sien con los dedos índice y corazón-.

Mi vida ha seguido, y la de los polluelos con los que compartí nido y primeras borracheras no ha sido menos. Lo normal desde estos ojos sería volver y que todo fuera como antes, pero miro desde arriba ya, y me doy cuenta de que todas las vidas siguen, todas, contigo o sin ti, o sin mí. No quiero decir que uno desaparezca de ellas, pero como cuando te levantas del sillón cómodo para ir al baño y a la vuelta alguien ha ocupado  tu sitio y te tienes que conformar con sentar tu culo en el apoyabrazos del sofá, la gente vive sus vidas y los que vayan entrando en su salón estarán siempre invitados a ocupar los asientos libres.

No me siento tampoco mal por ello, yo he llenado mi salón también con otra gente, ¡vaya, si lo he hecho! La verdad es que me está quedando un cuarto muy bonito.

8.12.11

Interludio en patines.




Me levanté muy ligero, como en una nube. No me sorprendió salir de mi habitación y estar ya en la calle, tampoco que todos los peatones llevasen patines en los pies. Bueno, realmente esto sí que me pareció lo suficientemente extravagante como para mirar mis pies para confirmar que esa sensación de ser casi diez centímetros más alto no se debía a que yo también calzase un par de esos ridículos patines.

Levanté de nuevo la mirada con una sonrisa, yo también llevaba patines, sí, pero no me sentía del todo fuera de lugar, al fin y al cabo, hasta aquel abuelo llevaba un patín en su bastón como en sus pies.
                
Me deslicé calle abajo por en medio de la carretera, ya que no había coches, sólo gente sentada en sillas de oficina que se empujaba con los pies, zigzagueé entre los lentos vehículos monoplaza hasta lo que parecía ser una taberna irlandesa sacada de una película. A estas alturas no me parecía raro nada de lo que veía, todo el mundo iba con un globo atado a la muñeca, los había rojos, azules y amarillos, pero no de más colores. Incluso creo que llegué a ver a Wally-Ya lo encontré-pensé satisfecho.
                
Abrí la pesada puerta de la taberna, esperaba que sonase la típica campanilla, pero en su lugar sonó un tremendo bocinazo que sobresaltó a todos los viejos y gordos bebedores de la barra. Yo por mi parte protagonicé una espectacular entrada, resbalando con los patines hasta estrellarme contra el frío suelo. Aparte del pequeño susto que hizo saltar sobre sus taburetes a los clientes, nadie pareció darse cuenta de que un muchacho melenudo ataviado con unos patines hubiese irrumpido en el local de tan escandalosa manera.
                
Me acerqué a la barra sigilosamente, ahora ya no quería llamar la atención,  sólo me apetecía una cerveza de las cojonudas, de las que te tiran la mitad de la jarra y la dejan reposar para acabar de llenártela, dejando una espuma perfecta y un sabor más, no sé, más casero, más cálido, más puro.
                
-Jefe, ponme una jarra de rubia.
                
El camarero apenas se inmutó, se movió mecánicamente, se acercó al grifo con el vaso que parecía levar limpiando durante horas, al principio pensé que me había tocado de barril nuevo, ya que al principio siempre sale mucha espuma, pero cuando vi que llenaba el vaso de eso, y me lo servía, me quedé como, en fin, ¿cómo se queda un tipo como yo cuando al pedir una cerveza le sirven una jarra de leche? Espera… Sí, era leche joder. Dios mío de esta no salgo. Me está empezando a entrar la paranoia, piensa a ver… Voy en patines, la gente lleva globos… Todo era raro, pero no lo suficiente para mí, ya me conozco. Quizás…
                
-¡Paul!
                
Sí, un segundo, un momento por favor, ahora no.
                
-¡¡PAUL!!

3.12.11

De la mano de Jane.

Para conocer a una chica no hace falta demasiado sexo.
(...) No quiero que crean ustedes que Jane era un témpano o algo así sólo porque nunca nos besábamos y todo eso ni nos enrollábamos mucho. No lo era. Por ejemplo, siempre nos cogíamos de la mano. No parece gran cosa, lo sé, pero para cogerle la mano era estupenda. La mayoría de las chicas a las que les coges la mano dejan la mano como muerta o creen que tienen que moverla todo el rato porque piensan que si no vas a aburrirte todo el rato o algo así. Con Jane era distinto. Íbamos al cine o algo así y enseguida nos cogíamos las manos y no nos soltábamos hasta que terminaba la película sin cambiar de posición ni darle una importancia tremenda. Con Jane ni siquiera tenías que preocuparte de si te sudaba la mano o no. Sólo te dabas cuenta de que eras feliz. Eras feliz de verdad.

J. D. Salinger
(El guardián entre el centeno)