9.10.13

Una pluma.

         La otra tarde estuve asomado a la ventana. Es una costumbre que adquirí hace poco en la tienda de baratijas. El caso es que, relativamente lejos, vi una pluma flotando en el aire, y recordé aquella broma que hacíamos (y, de hecho, la última que hicimos) de decir: “¡Por aquí pasó un ángel!” al ver alguna. La pluma subió tan ligera como sólo son las plumas y luego descendió haciendo tirabuzones. Yo pensé: Ojalá entre en mi salón. Y, en efecto, la pluma, suave y liviana, se fue adentrando con levedad en mi salón para irse a posar con el tacto de un beso de amor verdadero justamente en la palma de mi mano. Era una pluma grasienta y gris, pero yo sé de los ojos que brillan cuando pasan estas cosas locas y joroschó.


1 comentario:

Sergio DS dijo...

Son pocos afortunados los que abren sus puertas a los ángeles.