5.11.14

De todo esto.

         Han pasado cinco años, quizá seis. Parece toda una vida, o al menos una Era básica. De cuando nos decíamos mentiras de las de verdad y nos creíamos que el camino a seguir no estaría tan desdibujado y podríamos mirar el paisaje con la calma como sentados en el tren sin tener que caminar ahora cuesta arriba y ahora cuesta abajo, sino aguardando cada estación donde unos suban y otros bajen.

         Que si la vida es como un árbol o nos andamos por las ramas o nos quedamos colgando de una sola, ya sea de una cola bien anillada y joroschó o de una áspera soga de las que ahogan. Y el problema entonces es qué rama escoger: si una baja donde apenas llegue el sol o una tan alta que nos de vértigo.

         Que con dos nudos desnudos trazamos una línea que hace de umbral y no siempre nos atrevemos a cruzarlo. Los perros sí que saben algo de eso y les chistas y les dices: ¡Oye, tú! ¡Quieto parao! Y ahí mismo se quedan y si acaso se sientan. Pienso que a todos nos gustaría ser un poco más perros y un poco menos personas porque cuantos menos peros haya menos se piensa y menos vueltas le das a cualquier cosa y así no te mareas.

         Y yo que sólo soy un flaco barbilampiño de brillantes güeyos —a veces rojos y joroschó—, que intento vivir libre al vidrio y a menudo me duele la cabeza y sólo se me ocurre esconderla bajo una manta y respirar, a ver si se me pasa. Porque la castaña es mayor cuanto más ascienda uno y a partir del piso nosecuántos ya no hay un pasamanos del que agarrarse y aquello resbala como la piel del plátano y a la mínima te haces un esguince de los que te dejan un par de semanas tirado en el sofá y por la ventana sólo se ve un cielo inmaculado lleno de nada.

         Por eso sonrío y lloro; porque el alquimista que dio con la fórmula murió con ella o no sabemos leerla. Y cuando me siento triste sé que pronto volveré a estar bien y cuando me siento alegre sospecho que tampoco durará demasiado. Es como una saudade en morse o tal vez un baile en braille porque no se ve con los ojos pero está ahí, más o menos como todo.

          Que si lees algo como que los electrones de un átomo cualquiera se encienden y se apagan continuamente y que esto significa que todo ye y no ye al mismo tiempo te sientes como que has dado con el sentido de algo o aquello de que todo está en todo y que el Universo ye una suerte de red de diamantes y que en cada diamante se reflejan todos los demás; tiene sentido, de verdad que lo tiene. Y te tienes entonces por un poco sabio pero en verdad sigues igual y solamente has dado con una explicación más de esto que llamamos todo esto. No hay manera de definir, es decir: poner fin, a algo que permanece en constante transformación, algo que continuamente evoluciona e involuciona, que se crea y destruye con cierto equilibrio. Que es y no es por siempre.

         Tampoco necesitamos volvernos locos, a no ser que sea de diversión, como las amapolas; pero eso es otra historia.

         Llamémoslo Ítaca o Nirvana o Paraíso, pero siempre está ahí (y no está). Nos hemos quedado con la cantinela de que a cualquier meta se llega mediante un camino y yo mismo he picado el anzuelo. Pero me he dado cuenta, o al menos es lo que creo ahora, que no existe tal camino, o sí existe pero no es imprescindible. Que vemos el año sabático o digamos pausa para recapacitar como un arma de doble filo cuando las decisiones precipitadas, y ciertamente la mayoría lo son, también esconden una cuchilla en la empuñadura, pero mucho más sibilina y dañosa. Supongo que todo nos hace un poco de herida y un poco de bien y el secreto al final es aprender a vivir feliz aun lleno de cicatrices.

         Yo por lo pronto me conformo, aunque no me mueva demasiado, con no dejar que me lleve la corriente sino solo cuando me apetece, si acaso cuando sea la consigna y la consigna no se cuestiona como tenemos por costumbre.


         Así que levántome a mi hora, sea cual sea, y procuro ducharme y afeitarme cuando toque. Caliéntome los huesos al sol con un café o una cerveza y pienso un rato, pero no demasiado. Respiro, al menos hay que intentarlo. Y me digo que cada paso que vaya a dar sea porque quiera darlo y que si tengo miedo es porque no hay más cojones pero que aún así no puedo paralizarme. Que todo esto sucede sólo una vez y es menester aceptarlo. 

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