En el Q, a una hora de tráfico.
Un tipo de unos veintiséis años y sin agallas va pensando en peces. La gente
alrededor está como ausente, sumergida en sus auriculares. Otro tipo, de tupido
bigote, pliega entre sus dedos el boleto del ómnibus y se lo esconde en la
manga. A continuación, estornuda estrepitosamente y un ojo se le sale de la
cuenca. Después se arroja por la ventanilla de emergencia usando su cráneo para
romper el cristal, en vez del martillo homologado.


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