Comimos copiosamente y, para aprovechar el buen tiempo que nos brinda el viento desde África, salimos al balcón de nuestro piso franco en San Frutos para comenzar nuestra carrera como agentes secretos desenmascarando a las diferentes organizaciones criminales que actúan en nuestro campo de visión, bastante amplio por cierto.
Yo, en principio, pensaba que sólo sería un pasatiempo de la hora de la siesta, pero pronto empecé a observar movimientos extraños en la calle. Hacia el norte, veía la tienda de golosinas Dulce King, y frente a ella, un banco donde El Viejo Hulk estaba apostado desde hacía días mirando –o más bien vigilando- calle arriba en dirección sur. Llamábamos así a aquel viejo por su camisa verde, y su tremenda panza, en la que fácilmente podría acostarse una cría de elefante africano.
Hulk no era el único que se comportaba de manera extraña, justo a las 12 en punto, delante de una tienda de carácter desconocido a la que llamamos X, un tipo gordo se apoyaba sobre un pivote, muy nervioso él, mordiéndose las uñas… jugueteando con un manojo de llaves… y mirando el reloj constantemente. Se lleva la mano izquierda a la pierna como para rascarse, pero no lo hace, ¡podría ser una señal! Se acerca a la entrada de X y le oímos decir claramente –No viene.- acto seguido se aleja calle abajo a grandes pero ralentizados pasos.
Parecía que la cosa quedaba así cuando nuestras fantasías se dispararon al ver que otro tipo, más delgado y con aspecto bobalicón, se quedaba parado en medio de la acera a sólo un par de metros de donde un minuto antes estaba el otro gordito. Parecía que era un relevo, y de momento los dos encargados de ese puesto no vigilaban en una dirección como Hulk, sino que se dedicaban a vigilar la calle nerviosamente en todas las direcciones. Pronto nos dimos cuenta que al otro lado de la acera –el nuestro- en la zona azul de aparcamiento se marchaba un coche de policía e inmediatamente llegaba otro conductor que no salía a pagar el ticket, sino que se quedaba en el vehículo, vigilando.
Los nuevos acontecimientos no demoran su aparición, enseguida llega un motorista, que aparca justo enfrente de X, se baja de su moto scooter y pasa por al lado del relevo para entrar en la tienda. No se miraron ni se hablaron, pero se notaba una cercanía entre ellos, como si estuviesen en el mismo bando. Al salir, no llevaba ninguna bolsa visible, ni ningún tipo de artículo que podría haber comprado, cogió su moto y la enfiló en dirección oeste por el callejón. A los pocos segundos el relevo abandona su posición disimuladamente tras mirar el reloj un par de veces.
La cosa se tranquilizó durante un buen rato, pero nos dimos cuenta de que el coche parado en el aparcamiento dejaba el sitio para que seguidamente lo ocupase otro coche, que seguiría la misma conducta de no pagar y permanecer dentro.
Era todo un juego de relevos… incluso parecía que la mujer de las multas estaba en el ajo, pues justo debajo de nosotros mantuvo un intento de conversación secreta en la esquina del callejón con otra mujer de bata blanca… posiblemente se trataba de un intercambio de información, pero… ¿Qué coño pasaba ahí? Al poco llegó un coche monovolumen con un conductor y una copiloto. Ambos entraron en la tienda, pero luego sólo la mujer salió, cogiendo el coche y marchándose, más tarde el hombre se iría a pie.
Ya en este momento creíamos incluso que nuestras conjeturas inventadas podrían no estar del todo desencaminadas, pero de repente tuvo lugar una serie de acontecimientos que hicieron que las piezas encajaran, al menos en mi cabeza.
Del balcón del 1º piso de nuestro bloque –de dos pisos- se asomó lo que parecía un pintor, por su peto blanco y sus manos manchadas de mismo color. Nos sorprendió porque creíamos que aquella vivienda estaba desalojada, pero lo achacamos a una posible reforma. Una furgoneta blanca se paró entre X y nuestro portal, que también es el del piso en reforma. Pronto salió un joven de piel tostada y tatuada que se puso a hablar con el conductor de la furgoneta, parecía que este último le dictaba las labores al muchacho. Todo esto no tendría nada de sospechoso si no hubiera aparecido él.
Un hombre de unos diez lustros, con el pelo engominado y bien vestido, su actitud serena, vigilante en medio de la calle pero de manera tranquila, pura rutina para él. Esta vez estábamos seguros, era un capo de una mafia de narcos. Después tuvimos la señal que necesitábamos, una mujer salió y se puso a su lado. Como los anteriores relevos ni se miraron ni se hablaron, solamente miraron sus relojes y se alejaron calle arriba juntos, pero con una especie de espacio entre ellos… realmente extraño.
Es posible que todo esto no sean más que delirios paranoicos basados en situaciones normales del día a día en San Frutos, pero… ¿Y si los “pintores” en realidad estaban realizando un estucado a base de cocaína para después alquilar el piso vacío con la intención de que los “inquilinos” la recogiesen con un pago perfectamente legal camuflado en el pago de arrendamiento del piso que no ocuparán? ¿Cuántos bandos podemos diferenciar? Están los “pintores” del capo y su mujer misteriosa, los vigilantes de X con la pareja del monovolumen y el motorista… ¿A qué grupo podrían pertenecer los conductores de la zona azul y la de las multas (que doy por supuesto que es su compinche)? ¿A cuál pertenece Hulk?
Inspirado en hechos reales.
Por razones de seguridad, no se nombrará la ciudad dónde sucedieron los hechos, ni la calle, ni la fecha concreta, aunque, bueno... fue ayer mismo.