30.1.13

Los rezos de los árboles.


Quisiera escribirte una carta, a ti, pequeño lémur; que te quedabas enroscado en una rama muy alta viendo la fruta crecer y las moscas revolotear.

Quisiera escribirte una carta, pero no sabrías leerla; tú, que bostezas enseñando los blancos colmillos y sacando una rosada lengua y entrecierras tus ambarinos ojos con plácido aburrimiento mientras el sol te calienta el cogote.

Quisiera escribirte una carta, pero supongo que no te haría mucho bien comprenderla.

Es bueno tener un cálido cubil de hojarasca allá arriba, en las ramas.

Pues todos quieren dormir bajo las estrellas acariciados por los rezos de los árboles.


Que ningún árbol tiene boca
ni ojos.
Que sólo perciben levemente los pasos
y el viento.
Que sus recuerdos son viejos
y están olvidados.
Enterrados bien profundo
bajo las raíces
de los años.

19.1.13

Una consulta entretenida con el doctor Gilliam.


Hace tiempo fui a recoger a Howard a la consulta, no tenía cita previa como de costumbre, sólo nos apetecía vernos y charlar un rato con unas cervezas en el Jamaica, acordarnos de aquel cadáver que nunca enterramos juntos y rememorar las estivales ensoñaciones de Hyde Park en duermevela. Incluso me diagnosticó una “hiperreflexión kafkiana” o algo así, y entonces yo le conté que hacía cierto tiempo me traía de cabeza cierto asunto, que algo me repiqueteaba en la mollera, me sembraba la quijotera de cierta congoja.

—¿Qué te turba, Village? —me preguntó cuando el camarero nos servía unas hamburguesas.
—Pues que me apena pensar en el cementerio de pepinillos.
—¿A qué te refieres? —dijo mientras apartaba el pepinillo de su hamburguesa.
—¡Eso! ¿Ves? ¡Lo has vuelto a hacer?
—¿El qué?
—¡Pues que has quitado el pepinillo! ¿Por qué no pediste la hamburguesa sin él? ¡Coño!
—¿Qué dices?
—¿No te he hablado del cementerio de pepinillos?
—Estás majara.

Y le empecé a contar:

—El cementerio de pepinillos es un sitio muy peculiar, imagínatelo, montones y montones de rodajas de pepinillos desechados, unos manchados de kétchup y mostaza, otros de queso cheddar fundido, incluso algunos de mayonesa o cosas peores.

»Estas rodajas son apiladas en columnas y forman grandes arcadas y bulevares agridulces, aunque no son sitios muy agradables, pues todo está pringoso y huele mucho a vinagre.

»Huele tanto a vinagre, que ningún ser humano podría atravesar sus sinuosas calles hasta llegar al centro con vida.

—¿Y qué hay en el centro? —preguntó entonces Howard, sorbiendo su cerveza en un largo trago.
—En el centro, Howie-ho, no hay más que los restos de los primeros pepinillos de hamburguesa que fueron rechazados por zampabollos ingratos.
—¿Y por qué querría alguien llegar hasta ahí?
—Bueno… —bebí un poco de cerveza—, supongo que no es una hazaña desdeñable ¿no?
—Se te va la pinza.
—¿Por qué dices eso, tío? Sólo intento reflexionar poéticamente sobre la condición de los pepinillos con mi psicólogo mientras me bebo unas cervezas.
—No sé por qué todavía no estás en un psiquiátrico —dijo entonces con una sonrisa contrariada.
—Ése era el trato ¿Recuerdas?

Y pasó un largo rato mientras masticábamos los últimos pedazos de nuestras hamburguesas (yo además me comí los pepinillos de Howard), y pedíamos otra ronda de cervezas. Entonces decidí romper el incómodo silencio.

—¿Sabes en qué más he pensado? —dije.
—¿En qué? A ver… —contestó.
—En estos videojuegos de fútbol por internet ¿Sabes? Todos los que juegan tienen jugadores y cosas y usan unas monedas, que son como puntos, para intercambiar todo eso con otros jugadores, como si fuera dinero.
—Ya, ¿y?
—Que… ¿Quién controla todo ese dinero? Porque no pueden dar moneditas a todo el mundo así, con todo el cuajo, habría inflación. Por lo que tiene que haber algo, un organismo o algo así que controle el dinero. Una especie de fondo monetario, de la FIFA, el FMFIFA. Fmfifa, dilo, suena raro, pero es gracioso. Fmfifa.
Fmfifa —y se echó a reír. Y yo también, mientras repetíamos la curiosa palabra que nos habíamos inventado. Y reímos un buen rato y bebimos nuestras cervezas.

Meca, ¿y qué le paso al Oakriver el otro día? —preguntó entonces Howard mientras se sonreía.
—Ya, ya… —dije yo, consciente de que a lo que se refería era que mi equipo, el Oakriver, había perdido contra el filial de su equipo, el Sporting de Greenbay B, por cuatro goles a uno— ¿Qué le vamos a hacer? Salieron embobaos y no jugaron un carajo.

Y Howard no supo cómo mantener su burla viva frente a mi guasona resignación y bebió otro trago de cerveza mientras buscaba otro tema de conversación. Luego yo también bebí un trago.


Y ya. Hace tiempo que no veo a mi psicólogo para beberme unas cervezas.

11.1.13

Pequeño estudio patafísico sobre las pelusas.



Las pelusas son la forma física de las almas que han dejado su cuerpo mortal y se han sentido atadas a un lugar concreto, por lo tanto no pertenecen al reino animal ni están emparentadas con las medusas, estudios recientes del Instituto Nacional de Polvos y Suciedades de Aspen, Colorado indican que podrían compartir antecesores con las abejas. Actualmente se desconoce la existencia de pelusas en el espacio, pues no son muchas las personas fallecidas en tal lugar, pero se considera posible que puedan habitar en varios planetas ya que su respiración es muy escasa y admiten tanto el oxígeno como el carbono. Lo de las pelusas parlantes quizás deberías preguntárselo a Hunter... al ser almas en pena, seguramente sean del Atleti, pero esta cuestión también está relacionada con la afición de la pelusa en su fase humana (se cree que también pueden surgir de animales muy domesticados o estrellas de cine). El nuevo gobierno de Mariano Rajoy ha dejado claro que el mantenimiento de las pelusas no está recogido por la Constitución por lo que se puede echar a una pelusa de forma legal, siempre y cuando se llame a una perrera o a los cazafantasmas. Las pelusas no menstrúan, pero cada aproximadamente 8,3 días comienzan a generar bolas de una pelusa más densa similar a las pelotillas del ombligo (otro ente a tener en cuenta para su estudio). Personalmente no sé si beben o si son de fiar, desde luego no dan mucha conversación, pero sí que se pueden clonar por el método de mitosis. Se calcula que las pelusas tienen una temperatura de combustión de 145ºC más o menos, pueden volar grandes distancias sin descanso, superando incluso al gran albatros. Respecto a los celos de las pelusas, son muy comunes, llegando incluso a ponerse celosas de sí mismas después de reproducirse por mitosis, dicen: "Esta pelusa se parece demasiado a mi". Se podría decir que las pelusas ya nacen en estado adulto, pero según la Convención de Ougadougou de 1978 se considera adulta a una pelusa que supere los 6 centímetros de diámetro. Únicamente es legal apostar en carreras de pelusas en España, los países del Benelux y en Nueva Zelanda. No hay razas verdaderamente diferenciadas, pero sí rasgos diferenciales como la ausencia/abundancia de pelo púbico o migas de pan residuales. La pelusa del ombligo no tiene alma, por lo que no se le puede relacionar intrínsecamente con la pelusa doméstica. Creen en las conspiraciones, y culturas como los Amish las consideraban como ejércitos satánicos que buscaban destituir al hombre como especie dominante, pero lo cierto es que siguen las doctrinas de Bob Marley, Timón y Pumba con el lema "Don't Worry, Hakuna Matata". Las pelusas se alimentan principalmente de otras pelusas.

Escrito originalmente el 31.1.12 

10.1.13

El camaleón con ojos de mandarina y otros cuentiquinos del escañu.



Si diriges cada uno de tus aleteos con delicadeza y precisión, cuidándote de no perder demasiado el rumbo, supongo que podrías incluso alunizar en la cuenca de un ojo. Puede ser quizás un gran ojo con forma de mandarina que se desnuda en espiral. Como los ojos de un camaleón en un tarro de cristal, ya sabes, para que se haga transparente y sólo se vean esas dos mandarinas espiritadas escrutando el paisaje lunar con expresión lunática.

*   *   *

Me gusta ver los latifundios mezclándose con el horizonte y haciendo que cada solitario árbol se pasee como en un desfile de modelos todo lleno de hojas y ramas. Estamos en una carretera, claro, y un rítmico bamboleo como de locomotora hace que nuestras cabezas se balanceen suavemente. Entonces me gusta el silencio. Otras veces no tanto. ¿Qué puedes hacer? Las cosas no existen para gustarnos o no.

*   *   *

De verdad que no puedo cantar a no ser que sea desnudo en la ducha con el jabón llenando mi cuerpo de burbujas saltarinas. Me gusta empezar suave, con unas palmaditas rápidas en el muslo y que después de una estrofa arranque el pianista con acordes florales y un percusionista repiqueteando unas campanillas como gotas de lluvia. No está mal que entre un xilófono en el estribillo, y ya luego el aclarado y la toalla.

*   *   *

Era una polvorienta tienda de antigüedades, toda abarrotada de cachivaches viejos e inútiles. Me llamó la atención una sucia pecera esférica de cristal, que aún conservaba en su interior la corroída raspa de su último huésped; pero no iba a pagar por ella las diez dracmas que me pedía el vendedor de ojos brillantes tras unas gafas redondas con las monturas doradas.

*   *   *

La rana de verano parece triste ahora, se le ve pálida y los dibujos de su espalda han perdido su color, pero aún conserva ese verde oscuro moteado de musgo y esos grandes ojos de piedras preciosas y nácar.

*   *   *

Yérase un osu bien famión al que-y gustaba echar el pigacín baxu l'escañu.
Y un bon día, de lo fartuco que taba, durmió hasta la nueche.
Nun llores, mocina, pol osu, que s'enllenó tantu'l güeyu como el botiellu y durmióse contentu.

7.1.13

Le cirque de la vie.


La vida es como un espectáculo y nosotros somos actores, suena a tópico pero es así. Pasamos nueve meses entre bastidores y sin darnos cuenta nos dan un empujón y salimos a escena, entonces nos ponemos nerviosos y lloramos. En poco rato comenzamos a hablar titubeando y enseguida comienzan los entremeses infantiles llenos de fantasía. Un puñado de apuntadores escondidos en los rincones nos dirigen por un camino intentando controlar la obra, aunque a la mayoría nos gusta improvisar de vez en cuando con poemas y locuras con un xilofonista en el tejado. La vida es como un espectáculo, incluso a veces musical, pero creo que consta únicamente de un solo primer acto.