Una, dos, tres
figuras antropomórficas ocupan asiento en una de las sofisticadas cabinas de
retransmisión de la emisora Apólogo ΦΜ, de la radio aquea.
La primera, canija y
enclenque como un rapaz, pero con cierta aura senil, corresponde al cadáver
redivivo de Esopo, célebre fabulista de la Tracia septentrional o de por ahí; y
representará el papel de locutor y de eidolon de las Panateneas pasadas
por exigencias del guion y sin ánimo de lucro.
Esopo ordena unos
papiros frente a sí, carraspea con profesionalidad y medita unos instantes
hasta que en la cabina se enciende un letrero luminoso que pone: “EN EL
ÁPEIRON”. Y, con una pegadiza sintonía de siringa en tres yambos, da comienzo el
programa.
ESOPO: ¡Kalimera, ciudadanos, metecos, mujeres y esclavos!
Les habla Esopo, recién regresado del Hades en carne y seso. Hoy nos hemos
venido a Patras para relatarles el decadente y no menos depravado Derby de
Acaya, donde una caterva de bestias, alimañas y zoones se enfrentarán en un
dólico de diecisiete estadios, diecisiete, nada menos, del que solo resultará
un único e indivisible campeón que se lleve por trofeo esta fantástica corona
de acebuche. Me acompaña en esta retransmisión el filósofo Zenón de Elea,
discípulo de Parménides, tildado por el mismísimo Platón como “alto, rubio,
bello a la mirada y desde luego bien parecido”, todo un bellezón, que nos
brindará sus comentarios en cuanto a los aspectos técnicos de la carrera. ¡Kalimera,
guaperas!
ZENÓN: ¡Kalimera,
Esopo! ¡Es un placer infinitesimal estar aquí!
ESOPO: También
contamos con la colaboración de Porfirio de Tiro, filovegano libanés devorador
de hummus, que viene desde un futuro remoto e indeterminado, como una suerte de
proyección anticipada, para iluminarnos con sus sapiencias zoológicas y
taxonómicos, y para hacer que nos replanteemos los fundamentos básicos de
nuestra dieta. ¡Kalimera, Porfirio!
PORFIRIO: ¡Kalimera,
pretéritos! ¡Besos de lamprea para todos!
ESOPO: Pues bien,
ahora que ya nos conocemos todos, pasemos a presentar a los contingentes: En
primer lugar, partiendo como favorita y vencedora indiscutible en los últimos
Juegos del Peloponeso, tenemos a la Cierva de Cerinea, la de dorada cornamenta
y pezuñas de bronce, más fugaz que las centellas del mismísimo Zeus; cuando
terminen de pestañear andará ya por las estepas de los sármatas. Luego; desde
la vecina Arcadia viene el Jabalí de Erimanto, todo un portento físico,
metafísico y porcino, que, si bien no destaca especialmente por su velocidad,
sin duda presentará batalla por su descomunal tamaño y resistencia. ¡Qué buen
paté se hace en Erimanto! ¿Verdad, Zenón?
ZENÓN: El mejor; me
se cae la baba.
PORFIRIO: ¡Bárbaros!
ESOPO: Continuamos
con el resbaloso hipocampo, un híbrido entre caballo y cosa marina; tal vez la
ausencia de cuartos traseros le impida competir por los primeros puestos, pero
seguramente nos sorprenda en el tramo que atraviesa las pegajosas aguas del río
Glafkos. veremos. Luego, desde Lidia nos viene un ofiotauro; este majestuoso
toro con rabo de serpiente posee la envidiable habilidad de pacer, rumiar y
defecar, todo al mismo tiempo.
ZENÓN: Además, si
me permites la interrupción, diré que los filetes de ofiotauro son los más
sabrosos y saludables por contener el triple de grasas saturadas que los del
uro común y corriente.
Porfirio profiere una
expresión malsonante y del todo grosera que, evidentemente, es censurada con un
toque de siringa.
ESOPO: Cierto,
Zenón, los filetes, chuletas y entrecotes del ofiotauro son de lo mejorcito. ¿Y
qué más tenemos?
ZENÓN: Pues desde
aquí puedo adivinar la figura de un catoblepas cimarrón de lo más exótico. Si
no me equivoco, viene desde la lejana Etiopía y es un combinado de vaca frisona
con cabeza de puerco. La carne de este bicho no es mala del todo, diría yo,
pero por lo que realmente es valorado es, definitivamente, por su leche, sobre
todo para la industria quesera.
ESOPO: Efectivamente.
Lástima que este espécimen sea macho, hace años que no pruebo el queso de
catoblepas semicurado.
ZENÓN: No te creas;
el queso de los machos es incluso mejor, tiene como más cuerpo, aunque se pega
un poco al paladar.
ESOPO: ¿Y qué son
esas terribles criaturas?
ZENÓN: ¡Oh, más
cruces aberrantes y mestizajes! Esa de ahí es la quimera, mírala; ¡Qué
horrible! Cuerpo de cabra, cola de serpiente, tetas de burra, uñas de señora,
cabeza de león, otra cabeza de otra cabra, otra cabeza de la serpiente de
antes… sin duda fruto de los orgiones celebrados en el Arca. Un adefesio. Y ahí
está su hija, la esfinge; más o menos lo mismo, pero con el pálido rostro de
una moza y un ocho por ciento más de inteligencia. No sé a ti, Porfirio, pero a
mí me pone.
PORFIRIO: De verdad, no
entiendo qué mierda os pasa en el hipotálamo.
ESOPO: Pues sigue
tú, listo.
PORFIRIO: ¿Qué toca?
ESOPO: La
mantícora.
PORFIRIO: ¡Ahí está, la
mantícora enana! Esta criatura, para nada comestible, es otra preciosa
mezcolanza con cuerpo de león, facha de abogado soltero y metasoma de escorpión
lanudo terminada en un formidable aguijón venenoso. Que no nos engañe su
risible tamaño; la toxina psicotropical que expele su extremo trasero podría
tumbar al Kraken de Argos y a Cthulhu durante toda la hora de la siesta.
ZENÓN: Pues parece
una ardilla.
ESOPO: Pero fea,
eh.
ZENÓN: Feísima.
PORFIRIO: Dejando
aparte las cuestiones estéticas, a mí me parece una cucada. Y hablando de
monerías, mirad eso. Recién llegado de allende los océanos, ¡el último dodo de
Mauricio!
ESOPO: ¡Hostia
puta!
ZENÓN: ¿Pero qué
coño es eso?
PORFIRIO: Básicamente
es como un gallipavo, pero sin moco.
ESOPO: ¡Qué exótico!
ZENÓN: ¡Y qué pechugas!
PORFIRIO: Y dale.
ESOPO: Bueno, ¿y
qué más, qué más, qué más?
PORFIRIO: Un auténtico
despropósito de la naturaleza; ¡el cinocéfalo papión! Menos cino que
hidrocéfalo y menos inteligente. La agresividad congénita de este daimón
monopiteco, patán y pulgoso, no conoce límites ni periferias; con solo uno de
estos en la competición ya podríamos afirmar con total certeza que el
derramamiento de sangre durante el transcurso de la carrera está completa e
irremediablemente asegurado.
ZENÓN: Más nos
vale.
ESOPO: ¡Muy bien,
pues esos son los contrincantes! Además, me complace anunciar a dos invitados
de mi propia cosecha que también participarán como aspirantes amateur; ¡La
liebre y la tortuga! Que son una liebre normal y estereotipada, y una tortuga
igualmente estándar y aburrida. ¿Qué opinas de la parrilla, Zenón?
ZENÓN: No está mal,
pero yo soy más de cuchara.
PORFIRIO: Se refiere a
la carrera, imbécil.
ZENÓN: ¡Ah! Pues,
sinceramente pienso que jamás llegarán a la meta.
ESOPO: Explícate.
ZENÓN: Es muy
sencillísimo; este dólico cubre un trecho de diecisiete estadios, diecisiete, y
para llegar al final deberán alcanzar la mitad de dicha distancia. Para ello,
han de recorrer previamente una cuarta parte de esta, y antes incluso la
octava, dieciseisava, y así. Si podemos dividir el trayecto en infinitas
partes, nunca terminarán por alcanzar el término.
ESOPO: Bueno,
tiene sentido. ¿Y tú, Porfirio?
PORFIRIO: Yo creo que
no me comería a ninguna de estas criaturas rampantes, y este será casi con
total seguridad mi mejor aporte esta narración.
ESOPO: Bien, bien,
bien. Pues dicho queda. Hagamos ahora una brevísima pausa publicitaria y
volvemos en unos instantes. No se vayan.