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10.1.13

El camaleón con ojos de mandarina y otros cuentiquinos del escañu.



Si diriges cada uno de tus aleteos con delicadeza y precisión, cuidándote de no perder demasiado el rumbo, supongo que podrías incluso alunizar en la cuenca de un ojo. Puede ser quizás un gran ojo con forma de mandarina que se desnuda en espiral. Como los ojos de un camaleón en un tarro de cristal, ya sabes, para que se haga transparente y sólo se vean esas dos mandarinas espiritadas escrutando el paisaje lunar con expresión lunática.

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Me gusta ver los latifundios mezclándose con el horizonte y haciendo que cada solitario árbol se pasee como en un desfile de modelos todo lleno de hojas y ramas. Estamos en una carretera, claro, y un rítmico bamboleo como de locomotora hace que nuestras cabezas se balanceen suavemente. Entonces me gusta el silencio. Otras veces no tanto. ¿Qué puedes hacer? Las cosas no existen para gustarnos o no.

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De verdad que no puedo cantar a no ser que sea desnudo en la ducha con el jabón llenando mi cuerpo de burbujas saltarinas. Me gusta empezar suave, con unas palmaditas rápidas en el muslo y que después de una estrofa arranque el pianista con acordes florales y un percusionista repiqueteando unas campanillas como gotas de lluvia. No está mal que entre un xilófono en el estribillo, y ya luego el aclarado y la toalla.

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Era una polvorienta tienda de antigüedades, toda abarrotada de cachivaches viejos e inútiles. Me llamó la atención una sucia pecera esférica de cristal, que aún conservaba en su interior la corroída raspa de su último huésped; pero no iba a pagar por ella las diez dracmas que me pedía el vendedor de ojos brillantes tras unas gafas redondas con las monturas doradas.

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La rana de verano parece triste ahora, se le ve pálida y los dibujos de su espalda han perdido su color, pero aún conserva ese verde oscuro moteado de musgo y esos grandes ojos de piedras preciosas y nácar.

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Yérase un osu bien famión al que-y gustaba echar el pigacín baxu l'escañu.
Y un bon día, de lo fartuco que taba, durmió hasta la nueche.
Nun llores, mocina, pol osu, que s'enllenó tantu'l güeyu como el botiellu y durmióse contentu.

10.12.11

El salón de mi sien.


Cabeza, ¿dónde está tu casa? ¿de dónde eres? Yo soy de un país muy pequeño, verde y bonito, con vistas al mar, ahí al norte, donde se respira mejor a pesar de las rocas negras y el humo de las fábricas, donde la lluvia es fina y cruza el cielo todo el año.

Los escasos veinte años que llevo por aquí no me han llevado demasiado lejos, no he viajado apenas, más que para ver tres orillas del trozo de tierra a este lado de los Pirineos, pero mi camino, desde hace algún tiempo, ha hecho un alto para descansar en tal páramo alejado del mar… lo que me gusta llamar el puto centro.

Venía ya con algunas ideas de casa, pero aquí es donde les he dado forma, donde he crecido de aquí arriba-mientras golpeo suavemente mi sien con los dedos índice y corazón-.

Mi vida ha seguido, y la de los polluelos con los que compartí nido y primeras borracheras no ha sido menos. Lo normal desde estos ojos sería volver y que todo fuera como antes, pero miro desde arriba ya, y me doy cuenta de que todas las vidas siguen, todas, contigo o sin ti, o sin mí. No quiero decir que uno desaparezca de ellas, pero como cuando te levantas del sillón cómodo para ir al baño y a la vuelta alguien ha ocupado  tu sitio y te tienes que conformar con sentar tu culo en el apoyabrazos del sofá, la gente vive sus vidas y los que vayan entrando en su salón estarán siempre invitados a ocupar los asientos libres.

No me siento tampoco mal por ello, yo he llenado mi salón también con otra gente, ¡vaya, si lo he hecho! La verdad es que me está quedando un cuarto muy bonito.

15.12.09

Lo siento, Woody.

31 minutos. Lo que aguanté viendo la famosa película de Woody Allen ambientada en Barcelona, además de en mi querida Oviedo, Vicky Cristina Barcelona. Un narrador pesado que parece un guía turístico estúpido, los típicos personajes a los que nos tiene ya acostumbrados por otras películas como Match Point o Scoop... Siendo sincero me pareció fatal la representación de Oviedo en la película, por la excesiva presencia de guitarras y vino en una ciudad del norte. No sé quién coño le enseñó Oviedo al célebre cineasta, pero desde luego en esta película no aparece la ciudad en la que yo vivo desde los -9 meses. Me parece fatal la exaltación que hay en al menos la primera media hora de la cultura española y catalana y que no se aluda a la cultura asturiana.
En cuanto al reparto... Rebecca Hall es la única a la que podría salvar, Javier Bardem no me convenció demasiado, aunque quizás sea su papel; Scarlett Johansson cada vez me gusta menos y a Penélope Cruz no llegué a verla.
Oviedo colocó una escultura de Woody Allen en bronce a tamaño real en la Calle de las Milicias Nacionales como agradecimiento a los elogios que éste dirigió a la capital asturiana, pero con esta película no elogia absolutamente nada, no se nombra ninguna calle, ni construcción ni nada... 31 minutos de bazofia.