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18.4.12

En el espejo contemplando jazz.


Hace ya tiempo que sueño con conocerte mientras duermo en mi caja bajo tierra. De todos modos no veo. Si tengo agujeros en vez de ojos.

Alcanzo a vislumbrar ahora lo que quiero ser cuando me miro en el espejo olvidando mi cuerpo y dejando que mi alma se asome un poco.

Veo sus ojos alejándose siempre de mí, aunque ahora pienso que quizás sea porque en verdad no son los suyos. Veo muebles de madera vieja y mimbre, veo guitarras desafinadas y lápices sin punta. Veo ríos de menta y barro, cantos rodados haciendo saltos de rana y música acuática bajo las plumas de los pájaros. Veo un pingüino bailando torpemente. Oigo más mis silencios que mis hablares. Siento el tacto de las hojas de los árboles y los libros, de las acústicas cuerdas en cajas de madera, de las nubes al rozarlas desde abajo.

Soy ese acorde al que no llegan los callosos dedos de un zurdo distraído. Soy la luz de un flexo desteñido y el solitario amanecer de la ciudad. El desordenado escritorio y la pared llena de post-its.

Y me acuerdo de mis colosales guantes de jardinería en la alta hierba a la sombra del manzano y el roble, del rugir de las olas enfrentándose a la fría y gris roca desnuda de los calizos acantilados respirando con la hermosa furia del mar.

Así que… apenas consigo distinguir la nariz y la boca y el peinado entre toda esa neblina verde y amarilla y azul y blanca.

Y el pequeño y ajado cuaderno de bolsillo… ahora pienso en la insoportable levedad del ser, en cuán livianos e inocuos son nuestros actos en la vida para con el Universo —Aunque eso también lo hace más bonito ¿no?  

Me distraigo cuando parece que estoy concentrado, me distraigo con… todos esos barcos piratas… flotando… por ahí. Y me distraigo también con los pieles rojas cabalgando por Dakota y eso. Me distraigo con el Sol surcando el cielo buscando a una luna a la que nunca consigue alcanzar. Me distraigo sonándome los mocos con un pañuelo de papel muy usado y convertido en una red de hebras trenzadas. Todo eso me hace sonreír, pues cada vez que te pones triste matan a una vieja gorda.

Porque hoy suenan muchas canciones y no quiero escoger una, no quiero separarla de todo aquello que es mi vida. Un tipo cualquiera paseando por la calle tarareando o silbando alguna de ellas ¿Quién no sabe sonreír?

Luego vi su cara y jamás la habría imaginado, así se deshicieron mis sueños. Estoy hablando del futuro, lo cierto es que se supone que yo aún no lo sé.

Mi ya viejo trono de mimbre se queja y cruje bajo mi peso. Cuando era joven, me dice, no necesitaba de abrir puertas ni de levantarse, pues no se caía; no necesitaba pedir ayuda nunca. Quizá no sea tan viejo como mi trono, pero sí que lo soy como para necesitar ayuda; pues aunque quiera que mi camino esté escrito por sólo un par de huellas,  preciso de otro par que me guíe por algunos senderos.

Oteo el paisaje desde mi cofa subterránea en la copa del más viejo y robusto de los robles. Veo la sangre en su sentido positivo, la sangre de todos los hermanos, que son todos. Veo los ciervos y sus pequeñas motas siderales, veo el brillo de sus cornamentas adornadas con abalorios en espiral.

Y la luna azul, apenas reparo en ella y lo lamento. Contemplando jazz.

18.3.12

Veinticuatro.


24.
         Esta vez no cogí mi mochila, solo un puñado de revistas literarias y mis pantalones cortos caqui. Lucía el sol ahí en lo alto, pero soplaba una fría brisa —No cogeré abrigo, pensé, no estaré fuera más de diez minutos  —Puse mis pasos en marcha para abandonar mi tierno país subterráneo, el país del fútbol y las guerras sin víctimas, el país de los platos sucios y las botellas vacías —En la pequeña campiña de rocosos arcos, las pequeñas flechas indignadas se mezclaban con trajeadas plumas de celebración (la primera de las que vería en el resto del día). La espera no duró, otros quizá dirán que sí, pero lo cierto es que fue cuando menos amena. Preveía una entrega fulminante, pero fue acompañada de cartas de invitación y cajeros apagados que aceptaban la oferta. Un perro me saludó en el camino, su dueña no, no la conocía, al perro creo que tampoco… El grito con las peores tapas de la comarca estaba cerrado, así que nos dirigimos al santuario de los platos de champiñones y la caña y el mosto, y hablamos de Asimov y de Auxley, de Hesse y Tólstoi, de Cohelo y de Auster; todo para escapar yo de la fría cultura con excusas premeditadas e inocentes —Me sentía a gusto a pesar de las libélulas lobo, que me siguieron a lo largo del día, por cierto, y que cada vez soportaría con mayor indiferencia —El camino es corto y fácil, nos dijeron, pero nos paramos a pelar naranjas con los pies colgando admirando el silencio urbano y el sosegado vuelo de las cigüeñas. No queremos eso, un destino cómodo, queremos caminos tortuosos y enzarzados, queremos inseguridad, no certeza; Buscamos la cura secreta de los sioux, no nos lo pusieron fácil, pero tras muchos pinchazos y arañas invisibles, encontramos la negra y arrugada semilla —Un mar de asfaltos corría ladera abajo hasta las doradas dunas. Cavé ahí la tumba de una de las semillas que antes había recolectado, le deseamos suerte —Inventamos combinaciones de palabras sobre el puente, y una anglosajona nos indicó que nuestro templario destino se hallaba al final de la calle, siguiendo el río, a la dererecha. Y nos sentamos a reír con la nueva palabra, sonrientes como mis calcetines de colores, siguiendo nuestra ruta a través del zoo de niño —El dinero custodia la puerta una vez más, pero yo me conformo con sentarme en el viejo peldaño a la luz del oblicuo foco sobre el reino. Tumbas cavadas en piedra, también de niños o tal vez de enanos… las cuevas antaño templos paganos ahora rinden culto a la santa litrona y las gafas de sol. Pero preferirnos tumbarnos en la árida pradera soñando con ser nubes, con ser piedras… —Todo fluyó después en la verde ribera con paseantes portadores de la libertad y algún perro y algún niño, pavos reales, palomas, gorriones, más cigüeñas, antiguos pasadizos, balcones de princesas, lombrices, mosquitos, piedras saltarinas dibujando hondas, piedras musicales, música del agua, ramos de flores bañándose, ceniceros arcaicos… —Cruzamos el río saltando de roca en roca y atravesamos el bucólico sendero hasta el campo del almendro y el perfume, y las angulosas calles de coches aparcando y repetidas celebraciones —Y llegamos a una nueva época, la época de las vaporizadoras de berzas y los cuchillos y las zanahorias y las patatas… y las lacrimógenas cebollas ¿qué haríamos sin ellas? La época de Traffic y los Kinks y la cerveza —Pasamos a la cena bañada en lambrusco (tras trabajos de carpintería y casi dinamitar algunos cráneos) para celebrar la acontecida aventura —Me dijo «nunca bajes de ahí arriba» y es curioso, porque es lo mismo que le dije yo hará casi setecientos treinta días —John Lee Hocker y Santana ahora, y todo el Universo, recuerdo ahora, es Todo… y se hablan de muchas cosas después de una copiosa cena y unos chupitos de cuantrón derramados, y hay dos pares de ojos que se miran y se ríen con niños tocando el banjo y el violín y la guitarra y la batería; y a veces nos llegan llantos telefónicos que no se pueden desoír a causa del latido del más grande de los amores; dichoso, yo suelto una sonriente lágrima por esto —El camino de vuelta a casa fue curiorrífico pero agradecido, a este día del calendario tendría que decirle que es muy raro, y más hoy que no estuvo pintado de verde, no de ese verde al menos —Mi país yacía ahora pacífico y despoblado, y me miré al espejo con un cuenco de malta y una pluma de hojas… y creo que hasta ahí fue todo… hasta ahora (eso es al menos todo lo que recuerdo).


19.10.11

La pluma sobre Frisco.


Recuerdo en una ocasión, hace muchos años… sí, muchos. Ni siquiera fue en esta vida. Cabalgaba yo por rojas praderas sobre mi caballo indio Frisco, con su cuero blanco tan impuro y bello, impregnado de difuminados lunares grises como las estrellas tristes y de grandes manchas geográficas de color pardo. Entre las negras crines había enganchado cuentas y botones, trenzas verdes, azules, amarillas, y una gran pluma de águila. Que una pluma de águila adorne las crines de un caballo significa para mi tribu grandes honores, pero, y esto es un secreto, lo cierto es que nosotros, Frisco y yo, somos forajidos, desterrados, y nuestra pluma, es robada. Cabalgaba con un veloz galope, cabalgaba para huir. Si nos atrapaban, mi cabellera se colgaría sobre la hoguera ceremonial, y el pellejo de Frisco serviría de alfombra para el Gran Jefe. Aún oigo el rítmico galopar de Frisco, aún lo siento, pero abro los ojos y mi montura se torna balsa de palmeras en un verde mar de furia.  Siento aún el galope en mis oídos, tanto como la sal del agua mojando mi cara, pero abro los ojos y mi caballo tornado en balsa ahora ha tornado en trono de mimbre. Mis dedos se precipitan entre un negro teclado conformando un camino de letras sobre una blanca luz. Parpadea aquel soldado negro, firme siempre aunque fútil. Soy un jinete navegando entre palabras y no logro saber si de verdad estoy aquí. Me alegro de haber robado aquella pluma, no es sólo una simple pluma.




*dibujos propios.

25.3.11

Sonrisas poetas y sueños silvanos.

Globos oculares flotando,
y pastillas y miradas extrañas que hipnotizan...
todo extraño, familiar, pero extraño...

No quiero bombos
ni raras cajas
sino gotas de cerveza con poca espuma
y el calor de una cama...
calor con alguien
o calor también solo.

Seguir siendo feliz sin pensar en si "molo"
que le jodan al resto,
yo con nada me sonrío.

En mi sueño había un caballo indio, manchado de blanco y castaño, pongámosle plumas en las crines. Galopaba por una estepa hacia el horizonte. No, ya no es un desierto, es un bosque. No un bosque, El Bosque, con sus castañas en el suelo y el sol filtrándose entre las verdes hojas, con su claro arroyo y sus renacuajos flotando en él. Sus zorros y sus pájaros. ¿Algún puente de madera? Bueno, venga, pero nada construido por el hombre. Se oye el viento entre las ramas del claro... el respirar de los árboles, nada más que PAZ.

13.1.11

Por siempre joven.

Curioso concepto el de juventud, según la R.A.E, es la edad que se sitúa entre la infancia y la edad adulta, también el estado o conjunto de jóvenes, así como los primeros tiempos de algo; pero la quinta definición que se ofrece, energía, vigor, frescura, es quizá la que mejor representa la idea de juventud que yo, como seguramente mucha más gente, tengo en la cabeza.

Es agradable como pocas cosas el ver a un viejo del que se diría que madurase ya, que vive según sus convicciones, impasible al tiempo, que no actúa acorde con su edad.

Y es que, siempre se dice eso de que la edad sólo es un número, pero casi siempre por boca de niños que quieren ser adultos, pobres inocentes... ser niño es lo mejor, cualquiera querría ser una suerte de Peter Pan entre indios y piratas, pero, lamentablemente es algo que tiene que pasar, algo que debe quedar atrás. Por suerte, esta regla no se aplica a la juventud.

Vive como un niño todo lo que puedas, el siguiente paso no es tan difícil como parece y puede que incluso más emocionante. Ser joven es descubrir, experimentar... jugar en la cancha de los mayores. Vivir para siempre.