Bueno, supongo que tengo todo el tiempo del mundo ¿no?
Una vez oí cómo un reloj se estropeaba y dejaba de
funcionar, fue entonces cuando me pregunté: ¿Qué hora será dentro de un minuto
o de diez años?
Y desde ese momento pienso que en verdad sé demasiado poco
de cualquier cosa.
En cierta ocasión conocí a un tipo, el viejo Tom, que un
buen día cavó un hoyo en el jardín de su casa. No era demasiado ancho, si acaso
lo justo para tropezarte con él, pero era tan profundo que se decía que si gritabas
algo hacia su interior el eco no regresaría hasta al cabo de cien años. Claro
que habría que esperar todo ese tiempo para averiguarlo, pero es algo bonito de
creer y por lo que a mí respecta no cabe duda de que de veras sucedía así.
El caso es que, justo después de terminar su insondable hoyo
abisal, se puso a atar kilómetros y kilómetros de sedal para fabricarse una
buena caña de pescar, y cuando la tuvo, acercó un taburete de madera al borde
del agujero y arrojó un anzuelo a las profundidades, y así paso un buen puñado
de años —de hecho, creo que aún continúa ahí sentado con su caña y su
sombrero—.
Nadie en el pueblo ocultaba la opinión común de que el viejo
Tom estaba loco de remate, pero yo nunca pensé en eso. Yo sólo veía a un viejo
que se llamaba Tom y que utilizaba su tiempo como buenamente sabía. Creo que
aún no ha pescado nada, pero tal vez sólo sea porque el infinito sedal de su
caña no es lo suficientemente largo. Me temo que quizá excavó demasiado hondo,
me pregunto cómo lo haría.
Debo decir que yo a veces veo una especie de resplandor en
torno a ciertas personas, como un vapor extraño lleno de pequeñísimas motas de
algo que no sé qué es. Creo que me pasa esto desde que me regalaron unas gafas
redondas algo torcidas y me las probé, como si fuesen de un cristal mágico o
científico que se te mete en las pupilas y abre pequeñas ventanas circulares
que te permiten ver ese misterioso perfume. Aunque claro, todo esto es lo que a
mí me gusta creer. Cualquiera puede creer cualquier cosa mientras crea en ello
¿no?
O a lo mejor ya lo tenía de antes, pero no me acuerdo.
Lo que espero ahora es que algún día, dentro de unos cien
años, el viejo viejo Tom escuche lo que una vez grité dentro de su hoyo. Bueno,
y que consiga pescar algo.
Kasimir Malevich |