1973. En algún lugar
del espacio aéreo del condado de San Luis, Misuri, un piloto agrícola llamado
Frank engulle un pastelillo de crema de maní a mil pies sobre los campos de
maíz híbrido. En su contrato, se establece explícitamente que realiza labores de
fumigación de lo más rutinarias, y eso es lo que Frank dice a sus compinches de
La Gamba Roja, en Creve Coeur, cuando
se beben unas pintas: que simple, sencilla y llanamente, fumiga. Pero lo que
Frank ignora es que, entre la pluritura de substancias y productos que él mismo
reparte en diásporas por los campos de Misuri con su M18 Dromader de
fabricación polaca, se encuentra oculto un curioso componente; un extraño
medicamento sintetizado en un laboratorio secreto, quizá también de Polonia,
del que no sabemos más nada. Al margen de todo esto, en su fuero interno, Frank
se imagina a sí mismo como el último piloto en vuelo de un escuadrón aéreo
derribado por el fuego de artillería jemer en la II Guerra de Indochina, cuya
misión es sanear con napalm los latifundios de Cambodia. Y así es como Frank
finge que se divierte, y así palia la rutina, pero en realidad lo único que
hace es regar con estelas químicas los cultivos de gramíneas.
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