Las agujas se retrasan en señalar a donde quiero, los granos de arena no terminan de caer, esa sombra parece que no avanza, o quizá es la nube del aburrimiento que cubre el sol del tiempo libre y que no me deja salir de este cubículo en el que tengo que hacer nada, para nadar a la superficie y salir de este mar de tortura (leve).
Cuando esas agujas señalen ese lugar, el último grano de arena se precipite al fondo y aquella sombra sea más larga, podré vivir un poco más antes de volver a morir un poco, renacer y morir de nuevo antes del siguiente parto y la posterior partida.
Mientras, escribo y escucho música, pero, ¿para qué la pongo, si cuando escribo esto estoy escuchando esa voz dictadora que mueve mis dedos para labrar caminos de tinta, y no la oigo? Vale.
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