Me levanté de la cama y todo parecía normal, me di una ducha caliente, mojé un par de galletas en café y salí a la calle. Todo era normal. Los coches hacían ruido mientras exhalaban bocanadas de humo gris, la gente miraba al suelo mientras avanzaba con premura hacia sus puestos de trabajo. Los niños en el colegio. El cielo estaba azul... no tan azul como en cualquier día de agosto, sino más bien con pinceladas de blanco y gris que advertían de la inminente llovizna del mediodía a la que estamos tan acostumbrados. El día pasó con normalidad. La comida... normal, nada cuscús, ni de esa verdura extraña... ¿cómo se llamaba? ¡Ah, sí! ¡cabolla! nada de cabolla. Arroz. Arroz con pollo. Algo de pan. No hay tiempo para postre, vuelve al trabajo ¿no? Lo normal... Salir y decir-¡Qué día tan normal y tan satisfactoriamente dentro de lo común!- Llegar a casa. ¿Pantalones? ¡Fuera pantalones! ¿Zapatos? ¡Fuera zapatos! ¡Siéntate en el sofá! ¡Enciende la tele! Cena una ensalada... ¿tal vez una peli? Ya me encontraba cansado de tanta normalidad... quizás podría... dormir... dormir un poco... descansar... mañana será... mañana será otro día... zzz... zzz...
Volví a los colores brillantes y las luces parpadeantes y los extraños animales flotando y brincando y cantando y esa alfombra que se tambalea, el espadachín de un solo brazo, los wookiee con bikini rosa... ¡Menos mal! Todo este tiempo había estado despierto, sólo había sido una realidad...
27.7.11
22.7.11
Con los pies en el aire y la cabeza en el suelo.
¿Dónde está? ¿Dónde tengo la cabeza?
Hace tiempo estaba perfecto, únicamente dos preocupaciones, quizá tres. Bueno, tampoco se puede decir perfecto, pero iba bien, estaba a gusto. A gusto con mis notas en la pared frente a mi escritorio, con mis anaqueles llenos de libros que iba leyendo poco a poco, mi trono de mimbre... las ideas estaban flotando ante mis ojos atraídas por la luz de mi lámpara y conseguía atraparlas con los dedos desnudos sin apenas esfuerzos.
Ahora no estoy mal, ni mucho menos... sigo bien, pero en otro sentido. Es como... ¿quién soy ahora? No me siento el mismo. Las notas de la pared se van marchitando, los libros acumulan polvo entre cada una de sus páginas y mi trono... bueno, mi trono sigue siendo el mismo, pero las ideas parecen haberse ido volando por la ventana y la lámpara no encuentra el reclamo adecuado para hacer que vuelvan. Sólo consigo un par de líneas cada cierto tiempo, más tiempo del que me gustaría.
¿Quiero cambiar mi vida? ¿De verdad? ¿No estaba bien antes? ¡Pero si es lo que yo quería tener!
¿Dónde tengo la cabeza?
Sigo creyendo que mi pájaro es más feliz en la jaula, junto al pez que habita en mi barriga.
Hace tiempo estaba perfecto, únicamente dos preocupaciones, quizá tres. Bueno, tampoco se puede decir perfecto, pero iba bien, estaba a gusto. A gusto con mis notas en la pared frente a mi escritorio, con mis anaqueles llenos de libros que iba leyendo poco a poco, mi trono de mimbre... las ideas estaban flotando ante mis ojos atraídas por la luz de mi lámpara y conseguía atraparlas con los dedos desnudos sin apenas esfuerzos.
Ahora no estoy mal, ni mucho menos... sigo bien, pero en otro sentido. Es como... ¿quién soy ahora? No me siento el mismo. Las notas de la pared se van marchitando, los libros acumulan polvo entre cada una de sus páginas y mi trono... bueno, mi trono sigue siendo el mismo, pero las ideas parecen haberse ido volando por la ventana y la lámpara no encuentra el reclamo adecuado para hacer que vuelvan. Sólo consigo un par de líneas cada cierto tiempo, más tiempo del que me gustaría.
¿Quiero cambiar mi vida? ¿De verdad? ¿No estaba bien antes? ¡Pero si es lo que yo quería tener!
(...) Tengo lo que quería tener y no lo siento.
¿Dónde tengo la cabeza?
Sigo creyendo que mi pájaro es más feliz en la jaula, junto al pez que habita en mi barriga.
Cuando no tengo paz, amor, felicidad ni dinero, no sé por qué lloro si, en el fondo, es lo que quiero.
Rafael Lechowski
14.7.11
Bailar en la tormenta y otros poemas.
Hacía tiempo que no dejaba caer nada por estas páginas... diría que he estado de vacaciones, pero no se puede decir tanto aún. Digamos que estuve lejos de los tentáculos de la red y me tuve que pasar al clásico analógico de papel y lápiz.
El montón de hojas escritas cuyos textos estaban destinados aquí no es tan grande como me gustaría... ya ha pasado tiempo y no tienen demasiado sentido, así que, de momento, dejo aquí unos versos que he leído recientemente y algunas palabras que llovieron sobre mi cabeza.
Es una tormenta de verano.
Hace poco aprendí que tormenta no es algo malo, ni tétrico... es acción, es que ocurren cosas; y si se sabe cómo mirarla puede ser preciosa. Más en verano. Las frías gotas bailan entre los rayos del sol y brillan con más colores.
Quisiera salir a mojarme en la lluvia, saltar en los charcos y que los truenos hagan de percusión celeste para mi danza entre cuerdas de guitarra... caminar sobre esa cuerda, la cuerda floja... pero no puedo salir, tengo que esperar.
Me he quedado el último otra vez y no puedo saltar la verja. Espero que al abandonar esta prisión de cartón mojado la tormenta no haya pasado.
Me aburre que no haya nubes, sin ellas sólo soy tripas. Sólo soy aquel zorro atropellado en la carretera que espera a la noche eterna con respiración entrecortada y dolorosa.
Pero es difícil para mí bailar en la tormenta cuando hay alguien mirando. Por favor, esperad a que termine mi baile. Oh, Dios! Necesito a alguien que espere.
El montón de hojas escritas cuyos textos estaban destinados aquí no es tan grande como me gustaría... ya ha pasado tiempo y no tienen demasiado sentido, así que, de momento, dejo aquí unos versos que he leído recientemente y algunas palabras que llovieron sobre mi cabeza.
Aquí fuera no hay nada
y está todo.
El cielo debe ser inmenso,
porque yo ni lo miro;
Tengo lo que quería tener
y no lo siento.
Aquí fuera no hay nada
que no esté dentro.
Eduardo Castaño
Vincent Van Gogh |
Es una tormenta de verano.
Hace poco aprendí que tormenta no es algo malo, ni tétrico... es acción, es que ocurren cosas; y si se sabe cómo mirarla puede ser preciosa. Más en verano. Las frías gotas bailan entre los rayos del sol y brillan con más colores.
Quisiera salir a mojarme en la lluvia, saltar en los charcos y que los truenos hagan de percusión celeste para mi danza entre cuerdas de guitarra... caminar sobre esa cuerda, la cuerda floja... pero no puedo salir, tengo que esperar.
Me he quedado el último otra vez y no puedo saltar la verja. Espero que al abandonar esta prisión de cartón mojado la tormenta no haya pasado.
Me aburre que no haya nubes, sin ellas sólo soy tripas. Sólo soy aquel zorro atropellado en la carretera que espera a la noche eterna con respiración entrecortada y dolorosa.
Pero es difícil para mí bailar en la tormenta cuando hay alguien mirando. Por favor, esperad a que termine mi baile. Oh, Dios! Necesito a alguien que espere.
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por
'P. Lavilha
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