Creo que se llamaba Historias
del Kronen o algo así. No lo he leído, y apenas puedo recordar bien su
argumento… pero ahora me siento así. Una suerte de Sid Vicious que se sienta frente a una hoja en blanco cada
madrugada, cuando el Sol aún está soñando con la blanca luna, mientras Sam
Cooke nace con un piano junto al río bajo la sombra de un sauce, siempre
manchada de luz.
Vivimos una época de estética y maquillaje. Ya no hay
tribus, ni señas de identidad. Todos somos todo en el primer vistazo. Y eso es
lo bonito… ahora debes conocer a alguien para saber quién es y no funciona el
encasillarla en ninguna caterva maldita y elogiada.
Me recuerda al caimán alevín que cría en su lomo alas de
mariposa verdes y púrpura y azul eléctrico turquesa y marino, con biseles
dorados como chispas de fuego fatuo.
No te pedirán que evoluciones de esta forma, te dirán
que debes ser un fuerte caimán en la
máquina, nadar más rápido y comerte a más peces que el resto de caimanes. Pero
yo quiero mis alas de colores, y los peces tarde o temprano se comerán a los
caimanes.
I got a Black Magic
Woman, pero no sé cómo utilizarla. Tengo un humo gris que parecía arena,
pero se me escapa entre los dedos y puedo ver como sube por el aire para
perderse en cualquiera de las paredes. Tengo un bolígrafo, y tampoco sé si sé
usarlo, oí que lo que pinta se clava en el enemigo, no quiero enemigos.
No te bebas el agua de los pinceles, es para regar los
lienzos de colores.
No me apetece leer el periódico ahora. Me aburre. ¿Qué
recuerdos guardo en mi (aquí, literariamente hablando, quedaría perfecto decir vieja, pero, con permiso del lector, me
limitaré a decir que es una joven estantería) joven estantería? Me viene a la memoria Boris Vian
escupiendo en vuestra tumba, la orquesta infantil de William Golding temerosa
del Cerdo Napoleón de George Orwell. Quizá algún antepasado de Jean M. Auel
cazando lagartos de Michael Crichton. Bukowski enborrachándose con Hunter
Thompson y Kerouac a la salud de Edgar Allan Poe. Y muchos más tomos que ahora
no acierto a recordar.
Me vi antes en una foto, no salgo muy bien, parece que tengo
la cabeza sobre los hombros… debe de ser cosa de la obturación o algo de eso. También
he de mirar los espejos de esta casa… a mi reflejo ya no le caigo bien y se
dedica a imitarme con menosprecio cuando paso por delante. Hace tiempo que no
hablamos, quizá desde que descubrí que el coloquio con las proyecciones de mis
seres queridos era más nutritivo y le dejé algo de lado.
Me gustan esas calaveras mexicanas, las del bigote y
afloradas cuencas oculares. Con laureados y coloridos maquillajes. Se las ve
felices, aún muertas. Con tristes sonrisas doradas de dientes. Orquídeas sin
vida de cal y yeso. Vasijas que antes fueron colmadas de sueños y que ahora
yacen olvidadas.