(…) y unos días después me telefoneó Bryan:
–murió Neal,
murió Neal.
–hostias, no.
Luego Bryan me
explicó algo más del asunto. Y nada más.
Sí, no había
duda.
Neal, había
encontrado su movimiento, no hacía daño a nadie. El tipo duro de la cárcel,
allí tumbado junto a una vía férrea mexicana.
Esa única
noche que estuve con él le dije:
–Kerouac ha
escrito todos tus otros capítulos, yo he escrito ya tu último.
–Adelante
–dijo él–, escríbelo.
Punto y aparte.
Charles Bukowski
(Escritos de un viejo
indecente)
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