Mi oficio consiste en fagocitar microbios en el
cultivo. En fagocitar lo más rápido posible. Es un oficio de amebas. Primero porque
cuando está en el cultivo, la ameba tiene ganas de fagocitar, y luego porque
cuando hay varias amebas en el cultivo, todas quieren fagocitar más rápido que
las demás.
Un
oficio de protozoo.
Soy una
ameba.
Tuvimos
a las procariotas, tuvimos a los paramecios, tuvimos a las arqueas, tuvimos a
los bacilos y ahora estoy yo. Este año voy a ser campeona del laboratorio y, en
la próxima placa de Petri, me fagocitaré a todos los microogranismos.
Soy el
protozoo más equilibrado de la muestra, el más tranquilo, el más concentrado, y
mi trabajo consiste en reproducirme por mitosis.
Todos
los grandes protozoos se reproducen por mitosis.
Fagocitar
más rápido es antes que nada fagocitar de otra manera; con el fin de sembrar la
inquietud y la duda.
Dar
miedo. Fagocitar de tal forma que los demás estén convencidos de que no serás
capaz de envolver nada más con tus seudópodos, hasta que una generación entera fagocite
como tú.
En una
vida de ameba, no se puede inventar más que una mitosis genial, una y solo una.
Los
bacilos llegaron a los yogures con su fama de «lacto probióticos» y, dos
cultivos después, los cincuenta mejores ameboides fagocitaban como ellos.
Ahora
estoy yo.
Ser una
gran ameba es una condición que exige una elongación absoluta de su citoplasma
y una concentración total. Yo fagocito a tiempo completo. Fagocito cuando cruzo
la platina con el endoplasma en pleno examen. Vivo con una vacuola contráctil
en la membrana citoplasmática para regular la presión osmótica. Sonrío al agar
y al moho mucilaginoso porque sé que me ayudan a fagocitar. Le doy palizas a
las cristidiscoideas, que son unas inútiles, porque sé que eso me ayudará a
fagocitar.
Coged a
dos amebas en igualdad de longitud y de material genético, en la misma platina,
ponedlas una al lado de la otra, y siempre soy yo la que fagocita más rápido.
Hago
mil fagosomas por semana. Los lisosomas que brotan del aparato de Golgi, esos
que degradan antígenos con enzimas proteolíticas, los hago yo todas las noches
antes del examen. Me conozco al dedillo todas las platinas del laboratorio y, a
ciento cuarenta micras por minuto, las veo pasar al ralentí.
También
me preparo para esos cultivos blandos e imprecisos que nos imponen los azares
en la asignación de las placas de Petri. Esos cultivos retorcidos que permiten
a un Amoeba Proteus, el eucariota,
convertirse en campeón de fagocitosis.
Todo
cuenta en tu fagocitosis.
Un día,
la posición de tu seudópodo se convierte en lo esencial. Es el seudópodo lo que
determina la fagocitosis. Has cepillado tu membrana plasmática, te has cambiado
catorce veces la forma de tu ectoplasma, has montado en cólera y has perdido por dos orgánulos
en la platina de un microbiólogo cualquiera porque al encenderse el foco te has
preguntado en qué posición exacta tenías el seudópodo.
Cuando
duermo, fagocito, cuando fagocito, fagocito. Diseño mis glucosidasas, modelo
mis fagosomas. Mi vácula y mi citoplasma son inquebrantables, tengo un linaje inconmensurable
fruto de la cariocinesis.
En
cuanto el científico me libera en el vidrio del cultivo, libera toneladas de
fagocitosis. Después queda una ameba en la platina que ya no tiene núcleo, ni
vácula, ni membrana, y que se desliza para fagocitarse a toda célula que pille
más rápido que las demás amebas.
Es la
regla.
Y luego
está ese momento que inevitablemente llega en una vida, el único momento de
verdadero reposo, de reposo absoluto. El quiste.
Has
fagocitado todo microorganismo a la derecha y a la izquierda, entras en la
placa de un científico inepto que comete ese minúsculo error de cálculo, ese
pequeño fallo estúpido (que no es de distracción, porque los científicos ignoran
la distracción) que te aparta de las condiciones ambientales favorables. Y ahí
llega el verdadero reposo, la animación suspendida. Ya has perdido la
flexibilidad de tu ectoplasma, luego enseguida tus seudópodos se encogen y se marchitan.
Ya nada tiene importancia, ya no eres una ameba, tu núcleo se endurece, tu
membrana se enquista, sabes que vas a ser fagocitado.
Joan Miró |
*en respuesta al «Autorretrato del esquiador» de Paul Fournel
No hay comentarios:
Publicar un comentario