15.10.18

bagatelas.



Como no ocurría nada, me puse la Courier y bajé al Diapasón.
—Policarpo —le dije a Policarpo cuando puse pie en su tugurio—, todos somos contingentes, pero tú eres necesario.
—Te ha crecido el mostacho —se sonrió— y las cejas, nada menos. En un par de años ya tendrás el culo como dos cocos y serás todo un hombre.
—A otro con esas, fariseo, yo ya me ato los cordones como los de quinto y hace años que dejé de calzar velcros.
—¡Estupendo! Ya hay algo que celebrar, brindemos pues ¿qué te pongo, capitán Ahab? ¿un vasito de leche, un propomentol, tal vez un bol con natillas de flan de huevo?
—Hoy nada de eso. Pretendo jaleo esta noche, dentro de un rato. Mejor saca la botella de las gárgaras, y a ver qué pasa.
—La última vez que piteaste Jäbberwocky tuviste poluciones nocturnas ad hoc y, grosso modo, in situ. Aún quedan manchas en aquel rincón y yo no pienso limpiarlas.
—Pues entonces entonces ponme una birra.
—¿La Poderosa?
—No, hoy me siento de lo más exótico ¿Quizá una Amarillo?
—¡Tú y tus bagatelas! ¿Por dónde has estado, por Estramonia? Bébete la Poderosa o te crujo ahí mismo.
Acepté la autóctona sin protestar y, sentado como estaba en el ya mencionado taburete, pivoté sobre mi trasero para ver alrededor. Nadie, niente. Volví a girarme hacia la barra.
—Oí que no queda ya nadie de los del Sándwich.
—Niente. No quedaron ni las migajas.
—¿Y qué hay de Señorjuan, se deja ver?
—¿De verdad piensas que conozco los nombres de alguno de ustedes?
—Vaya, Poli, llevo… llevamos años cayéndonos muertos por tu alfombra en diagonal. No lo sé. Sí, tal vez deberías.
—Yo no debo nada de nada, niente. Tú me debes cien y seis rixdales.
—¿Por una cerveza? ¡Si ni siquiera me has puesto la que te pedí!
—La cerveza son catorce rixdales, los otros noventa son de phianza.
Asumí la cuota quejándome entre dientes y, con los codos en posición b-38, y bebí mi cerveza en silencio.
—Oye, camarero. Oye, ¿desde cuándo dices esa charada de niente?
—¿A qué te referir?
—Nada, eso de niente, que justo lo venía pensando ahora antes y me pareció curioso que precisamente hoy te diera por usarla.
Carraspeó y subió el volumen de la teúve. Yo bebí mi cerveza en silencio y no dije ya más nada. Nada de nada. No. Niente.

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