19.6.11

En el trono de mimbre.

Se me estaba comiendo un ojo. ¡Mi propio gato! Se me estaba comiendo un ojo y yo sólo miraba con el otro y preguntaba “¿Qué ocurre? ¿Qué hago? ¿Por qué se come mi ojo sano?”

No me inquietó demasiado la sangre que se deslizaba por mi rostro, supongo que sabía que no tardaría demasiado en despertarme de aquel mal sueño y, de todas formas, creo que he sufrido heridas peores, de las que no se ven desde fuera ni hacen correr al vino rojo.

De hecho, no tardé en despertarme con la boca seca y el sol tostando mi piel. Pensé en no moverme, no hay nada que hacer… podría… no sé, terminar aquel libro de una maldita vez, o ponerme a escribir historias de náufragos que se pelean por el último coco de una isla que se presentaba al principio como un paraíso de tedio y pereza.

Me costó ponerme a algo en concreto, no hice nada. Decidí echarme una cabezadita. Luego alimenté a mi tortuga mascota para que se haga grande y fuerte y me sirva de montura por cualquier océano y navegar y navegar… pero creo que aún faltan muchos años para que alcance el tamaño que necesito.

Al final lo conseguí, me dije-¿Qué quieres hacer con tu vida?-Disfrutar-me contesté. Y salí al fresco de la calle con mi trono de mimbre y mi vaso de cerveza fría, agarré ‘Dinero’ y me propuse no levantarme de aquí hasta terminar las noventa páginas que me separan del desenlace. Aún faltan menos de cuarenta, me tomé un descanso para prender fuego a mis paladares con pesada comida turca, ahora pienso terminarlo.

Me siento feliz porque me funciona la cabeza como pretendía, y di con una buena frase para aquella otra historia… La llaman El Sol Naciente, porque nunca termina de llegar el día.

Así que... ¿Para qué quiero tortugas gigantes? Si yo solo puedo volar alto todo el camino...

16.6.11

Toma mi mano y mira a la luna.

El truco es “olvídate”, deja de pensar, y creo que funciona.

Yo no sé hacerlo demasiado bien, pero al menos lo intento. Todos podemos mirar a la luna y pensar “la he visto más brillante” o, en cambio, decirnos que jamás veremos otra tan bella, ni peor, simplemente otra, y que siempre será una cara que nos sonríe en la oscuridad y no una simple roca flotando en el cielo.

Tal vez lo que me asusta es que olvidarme así, sin más, es como anular el sueño, afirmar que nunca será real; y eso es lo que no quiero.

Hay cercas de alambre por todas partes, no encuentro un sitio donde mi mente pueda descansar.

Me basta con ver vuestros ojos felices, y espero escupir el veneno que hay en los míos y luego echar tierra encima, pues me quema en las pestañas y no me deja colgar de ellas las historias que quisiera contarte algún día.

Algún día podré mirar de nuevo a la luna y sonreiré pensando en todos los momentos en los que lo pasé mal sin necesidad.


13.6.11

Lobo.

Hay un lobo acechándome.
Lo veo ahí, mirándome con sus brillantes ojos, su pelaje sucio y sus colmillos grises.
Sé que sólo es un sueño, pero el miedo es real en mi pecho.
Dame la mano. Ya la noto.
Ya estoy tranquilo.
En verdad yo soy el lobo. Y yo soy el cordero.
No hay otra cosa que me ataque más que yo mismo.
No me sueltes aún. Me cuesta aprenderlo.
Mata al lobo. Mata al lobo.
Yo no sé matarlo. No me atrevo.
Ayúdame a matar al lobo.
Está ahí. ¿No lo ves?
¡Mátalo!
Pero ten cuidado con tus flechas, que el lobo es parte de mí.

10.6.11

Viento.

¿Que qué es lo que veo? No veo nada.
Las cabezas de las filas de delante no me dejan ver.
Mis párpados no me dejan ver.
Mis legañas y mis lágrimas no me dejan ver.
¿Quiero ver?
No quiero ver.
Quiero tener unos dedos entre los míos.
Quiero sentir otra respiración junto a mi mientras duermo.
Otro corazón.

Hay un lago viscoso de color rosa chicle.
Moscas.
El cielo es verde lima.
Y los árboles... los árboles no quieren aguantar el peso de más gente sobre sus ramas.
Sólo quieren trepar a las nubes y excavar la tierra.

Todo es mentira, el viento no silba canciones en nuestros oídos, ni las nubes dibujan formas.

La magia somos nosotros. Nosotros creamos todo eso. Nosotros creemos las falacias que inventamos.

Tú eres el viento.

Saliha Bazmjow

4.6.11

La mano del escribiente.

         Mi vida no era mucho más interesante antes de llegar aquí, todo era previsible. No me refiero a saber qué iba a cenar al día siguiente ni el color de mi camisa un miércoles cualquiera, sino a que no iba a pasar nada especialmente particular. Podías echar una ojeada a mi diario entonces y no ver más que recortes de periódicos con las noticias menos aburridas del día.

         Creo que fue el agotamiento por una vida así lo que me llevó a escapar de todo aquello, no hubo ninguna gota que colmase ningún vaso. Y es raro que ocurriese así, sin más, porque no soy una persona impulsiva.

         Como iba diciendo, mi vida no era más interesante antes de llegar aquí, ahora tampoco es especialmente emocionante, pero tengo algo que antes no tenía. No sé muy bien el qué, tampoco he cambiado tanto…

         Ya no me obsesiono con el jabón y la limpieza exhaustiva de mi cuerpo, ya no me despierto exactamente cuando dicta la campana del reloj, ahora espero a que el sol se filtre entre las cortinas y abra mis ojos, apenas me lavo la cara con un poco de agua y bajo al bar a desayunar unos huevos, todo para esperar a que ocurra algo.

         No creo que estos hayan sido cambios de los que cambian una vida, pero la mía lo ha hecho y no se imaginan cuánto.

         A menudo echo una mirada atrás y pienso que aquella vida no estaba tan vacía como muchos podrían pensar, ha habido muchos amigos y muchas mujeres en ella, pero creo que el problema era que yo no estaba en las suyas.

         Por eso hice bien en dejarlo todo y venirme al caluroso y húmedo sur donde no tengo nada. Ya saben, si no tienes nada, no necesitas nada. Siendo sinceros, me refiero a una nada metafórica, ¡claro que tengo cosas! Tengo mi ropa, mi habitación en la segunda planta del hostal Sol Naciente, mis libros, mi máquina de escribir… he empezado a escribir una novela, aún no tiene título, trata de… bueno, más bien no es una novela propiamente dicha, es una especie de recopilación de relatos cortos sin mucha relación entre sí, presentados cada uno como un capítulo. Voy guardando todas las páginas que voy escribiendo en una carpeta roja, y tomo notas en pequeños cuadernos de cartón que llevo siempre conmigo. Aún sigo pensando en el increíble final en el que todo cobra sentido, pero todavía no he dado con él.

         Algunas veces, cuando tomo notas en mi cuaderno mientras me tomo una cerveza en el bar del hostal, algún parroquiano se me acerca con curiosidad y me pregunta que qué estoy escribiendo. Me suele molestar, porque pierdo la concentración, pero contesto calmadamente que tomo notas para la novela que estoy escribiendo, bueno, no una novela, sino una recopilación de relatos cortos sin demasiada relación entre sí. Y se alejan con las mismas dudas con las que se acercaron. ¿Qué demonios quieren que les conteste?

         ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Todo lo que había soñado Enola era una vida sencilla…