Mi vida no era mucho más interesante antes de llegar aquí, todo era previsible. No me refiero a saber qué iba a cenar al día siguiente ni el color de mi camisa un miércoles cualquiera, sino a que no iba a pasar nada especialmente particular. Podías echar una ojeada a mi diario entonces y no ver más que recortes de periódicos con las noticias menos aburridas del día.
Creo que fue el agotamiento por una vida así lo que me llevó a escapar de todo aquello, no hubo ninguna gota que colmase ningún vaso. Y es raro que ocurriese así, sin más, porque no soy una persona impulsiva.
Como iba diciendo, mi vida no era más interesante antes de llegar aquí, ahora tampoco es especialmente emocionante, pero tengo algo que antes no tenía. No sé muy bien el qué, tampoco he cambiado tanto…
Ya no me obsesiono con el jabón y la limpieza exhaustiva de mi cuerpo, ya no me despierto exactamente cuando dicta la campana del reloj, ahora espero a que el sol se filtre entre las cortinas y abra mis ojos, apenas me lavo la cara con un poco de agua y bajo al bar a desayunar unos huevos, todo para esperar a que ocurra algo.
No creo que estos hayan sido cambios de los que cambian una vida, pero la mía lo ha hecho y no se imaginan cuánto.
A menudo echo una mirada atrás y pienso que aquella vida no estaba tan vacía como muchos podrían pensar, ha habido muchos amigos y muchas mujeres en ella, pero creo que el problema era que yo no estaba en las suyas.
Por eso hice bien en dejarlo todo y venirme al caluroso y húmedo sur donde no tengo nada. Ya saben, si no tienes nada, no necesitas nada. Siendo sinceros, me refiero a una nada metafórica, ¡claro que tengo cosas! Tengo mi ropa, mi habitación en la segunda planta del hostal Sol Naciente, mis libros, mi máquina de escribir… he empezado a escribir una novela, aún no tiene título, trata de… bueno, más bien no es una novela propiamente dicha, es una especie de recopilación de relatos cortos sin mucha relación entre sí, presentados cada uno como un capítulo. Voy guardando todas las páginas que voy escribiendo en una carpeta roja, y tomo notas en pequeños cuadernos de cartón que llevo siempre conmigo. Aún sigo pensando en el increíble final en el que todo cobra sentido, pero todavía no he dado con él.
Algunas veces, cuando tomo notas en mi cuaderno mientras me tomo una cerveza en el bar del hostal, algún parroquiano se me acerca con curiosidad y me pregunta que qué estoy escribiendo. Me suele molestar, porque pierdo la concentración, pero contesto calmadamente que tomo notas para la novela que estoy escribiendo, bueno, no una novela, sino una recopilación de relatos cortos sin demasiada relación entre sí. Y se alejan con las mismas dudas con las que se acercaron. ¿Qué demonios quieren que les conteste?
¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Todo lo que había soñado Enola era una vida sencilla…
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