29.8.11

Miedo y asco en la consulta de Howard. Parte I.

El otro día decidí asomarme por la consulta de mi psicólogo, el doctor Howard Gilliam, no por nada serio, una visita sin importancia.

Sé lo que estáis pensando, ¿para qué demonios necesita este tipo un psicólogo?, pues, bueno, nada que deba preocuparos... hará un par de meses que mi jefe me lo recomendó amablemente al percatarse de los destrozos que había causado en una noche de guardia especialmente aburrida en la oficina... mera curiosidad científica respecto a la capacidad propulsora de varios extintores enganchados a mi silla de trabajo.

Pues bien, llegué a la sala de espera en el momento en el que el doctor despedía a un paciente con un extraño tic, como si estuviera negando con la cabeza rápidamente todo el rato, otro bicho raro esperaba sentado con la cara pálida y sudando a chorros. Howard me vio y me dijo que yo no tenía sesión hasta el miércoles siguiente, que ahora era el turno del señor Dood. -Tranquilo, Doc-contesté-sólo vengo a saludarte y a contarte una cosa, serán cinco minutos.- Me miró seriamente y me dejó pasar -Cinco minutos-añadió.

-Bien-comencé-¿Te acuerdas de aquella fulana de la que te hablé, Janice?
-¿Tu exnovia que resultó que estaba casada y te dejó tirado en medio de la carretera, largándose con tu coche?
-No, el coche era de su marido... pero ¡sí, esa!
-Me acuerdo. ¿Qué ha pasado?
-Pues estaba yo ayer tomándome un café en Laundry Corner cuando la vi sentada con otro tipo. Estaban compartiendo un batido de esos con nata encima y una cereza, Doc, ¡Una cereza!
-¿Qué has hecho, Village?
-Nada, ya me conoces... les seguí.
-¿Y...?
-Y nada más, están alojados en el Hotel Morrison.
-¿Qué planeas hacer?
-¡No es más que una simple venganza! ¡De buen rollo! Ya sabes... por los viejos tiempos. Aún no se me ha ocurrido nada y contaba con tu experiencia como loquero para que me dieses alguna descabellada idea de alguno de tus tarados.
-Paul... como tu médico te insto a que te olvides de ese asunto, no querrás que te encierren otra vez en el calabozo.
-Sólo fue una noche y no pudieron probar nada y lo sabes. Tal vez...


Un ruido seco en la sala de espera me dejó con la palabra en la boca, nos miramos, desconcertados, y salimos a ver qué había ocurrido. El señor Dood yacía en el suelo con la cabeza en medio de un creciente charco de sangre, al parecer se había golpeado con la mesa de centro donde estaban las revistas. -¿Está... muerto?-pregunté. -¿¡Cómo quieres que lo sepa!?-replicó Howard en un grito ahogado. -¡Y yo qué sé! ¡Tú eres el médico!-. Se acercó con cuidado al cuerpo, como temeroso de que se levantase de una sacudida, puso sus temblorosos dedos en su cuello y me miró con la cara desencajada -Joder... está muerto.-


-¡Maldita sea!-rugí-¡Tenemos que deshacernos del cadáver!
-¿Pero qué dices? ¡Ha sido un accidente! ¿Por qué iban a pensar que le hemos matado?
-¿¡Y yo qué cojones sé!? Ya conoces tu historial, no parece demasiado alocado que precisamente TÚ tengas un fiambre en la sala de espera, se te tirarán encima como jodidos lobos y yo estoy en el ajo. Tenemos que deshacernos de él.
-Tienes razón... ¡Joder, tienes toda la maldita razón! ¿Qué hacemos?
-De momento... de momento tienes que cerrar esto ¿Cuándo viene el siguiente paciente?
-En menos de dos horas.
-¡Llámalo! ¡Anúlalo! Necesitamos tiempo... a ver... hay que sacar al tío este de aquí, conozco a alguien que nos puede ayudar... y hay que limpiar toda esta sangre, eso lo puedes hacer tú, es tu maldita consulta.
Continuará...

No hay comentarios: