30.1.14

De flores y amapolas.

Un tipo tenía amapolas solas de distintas tintas alojadas en el cráneo.  El estómago estaba lleno de vino púrpura y asco y los revoltosos estambres de las amapolas estaban justo delante de mí en la cola del supermercado francés.

Vomitó algo de sangre en la acera y se fue con los doctores, que le pusieron todos esos cables en el cerebro. —Amapolas —dijo uno—. Es un lunático perdido.

Dicen que las amapolas son una mala hierba, pero sólo porque arraigan demasiado rápido. Que son la sangre de los soldados caídos, dicen. Que te adormecen y todo parece un juego de ajedrez.

Aquel tipo había soñado con cualquier época pero vivía en la suya, que es lo que hay que hacer. Dormía tranquilo en la alberca entre las tortugas y bajo una luna sonriente como un minino de Chesire y joroschó. Compraba el pan todos los días como aquel al que lleva el viento sin dejar que le despierte. Y sin embargo unos personajes de bata blanca dictaminaban que aquellas amapolas que se enraizaban entre sus lóbulos eran una mala hierba a exterminar, como una suerte de baobab maquillado de carmín.


Todo se mueve despacio en el mundo de las flores, eso es todo.

 

25.1.14

Baladí de Giuseppe Giovalperdi.

Giuseppe Giovalperdi no era un actor cualquiera, o visto de otro modo tal vez era como todos los demás; Giuseppe soñaba con interpretar a los grandes personajes, pero siempre le tocaba hacer el papel de arbusto.

Giovalperdi veía todas esas caras en penumbra desde el fondo del escenario, esas sonrisas, esas lágrimas… pero él no era más que una planta con un disfraz de actor, no era más que un espectador de espectadores.

Caminaba cabizbajo Giuseppe Giovalperdi por la rúa, royendo cada paso con las manos en los bolsillos, cuando pateó una lata aplastada que se amasaba contra el suelo. Así fue como Giuseppe empezó a trabajar en el Circo.

Salvo por el pestazo a cacahuete y el dormir en un lecho de paja, Giuseppe nunca había sido tan feliz. Bajo los funambulistas flotando en aristas y los malabares haciendo que todo oscilase y diese vueltas, bestias y volteretas, llamaradas y flores que escupen agua, un oso, palomitas…

Seguramente a nadie le suene el nombre de Giovalperdi, pues ciertamente no hizo nada de lo que se dice importante o trascendente. Canturreaba a los asistentes la cifra de su asiento mientras rasgaba con un ágil movimiento de muñeca practicado una esquina de cada entrada y sonreía con sus labios maquillados.


A Giuseppe Giovalperdi, como tantos otros antes y tantos más después, le pesaba el mundo. No es que lo odiara, ni mucho menos. Todo lo contrario. A veces se hace raro el existir; no es más que eso. Y Giuseppe sólo quería soñar, lo que nos pasa a todos.  

Pablo Picasso.

24.1.14

recuerdos confusos de una noche en el sol naciente.

recuerdos confusos de una noche en el sol naciente. —¿qué te ha pasado en el pelo? —no sé. últimamente no ha dejado de crecer. la cerveza que me ha servido el mozo tiene demasiada espuma así que la dejo reposar un rato mientras divago. tengo una cicatriz pálida en el lado interior de la muñeca izquierda, de aquella vez que me pasé todo el quinto mes inconsciente o desmayado. siento que el sol ha cruzado de lado a lado a mi alrededor, pues yo no me he movido apenas, hablando en términos astronómicos. me imagino cómo será la luna, si le gustó alguna vez alguno de mis poemas. para crear  hay que destruirse un poquito. apuré la cerveza. pedí otra. encendí un cigarro. ¿qué día era, miércoles? la puerta seguía en el rabillo de mi ojo. pero mi pupila seguía negra como aquel agujero en el cielo que vi el otro día. agarré la mano de mi hermana mientras todo se desvanecía a nuestro alrededor y yo pensando en qué decir. te quiero. pero fue un grito mudo nadando en nada. escudriñé mi cuaderno y no vi más que garabatos de un tal testa. ya no recuerdo bien a ese tipo, creo que se mudó a estagira. me siento tan solo aquí sentado. alguien se puso a tocar el piano entonces y susurraba una canción preciosa. miré el fondo dorado de mi jarra y no me vi reflejado en él. ¿qué habrá sido del viejo village? lo último que supe de él fue que le trincaron deshaciéndose de un cadáver con su psicólogo. no sé cómo fue que le soltaron después y ahora anda perdido por los canales. otros dicen que la última primavera se subió a un ático en la luna con un sombrero de paja y estalló en mil pedazos. a la gente le gusta contar historias. yo mientras tanto he puesto una bombilla dentro de un vaso medio lleno de agua en el alféizar de mi ventana y así me paso la tarde. observándola. esperando a que se encienda. destrozo un palillo entre los dedos con ese crujido de gozo. y mi cordón se ha vuelto gris. gente. infierno. ángeles. bau del aire. heráclito. me siento adormecido. intento coger impulso para dar la vuelta con el columpio y ya se me han cansado los brazos y las piernas. pido un trago de whisky y otra cerveza. me dejo caer sobre la barra y respiro. he vuelto a ver esa pradera verde verde y joroschó hendida por un serpenteante riachuelo donde hay un hipopótamo púrpura llamado otto que al final resultó no ser más que un rinoceronte amarillo con un solo cuerno. me acordé de aquel porche a medio construir donde tocaba la guitarra frente a las marismas hablando una lengua extraña. el sol se puso ese día rojo y desde entonces casi que no lo he vuelto a ver. y aquí estoy ahora, en el sol naciente. destruyéndome un poquito para así poder crear. en el fondo hay un globo sobre una cuchara y su sombra intenta decir algo, pero no lo entiendo. así se muere y ni con dedales se arregla. y todo cae. un tipo con guitarra y armónica cantó entonces: todo está bien, mamá, sólo estoy sangrando. está bien, mamá, puedo hacerlo. nacemos para ser nosotros. está bien. me limpié rápidamente una lágrima y disimulé bebiendo la cerveza. todo está en llamas y algún día los peces se lo comerán todo. los asesinos son indultados y yo me tengo que poner la gorra para ocultar unos ojos rojos. pero todo está bien. es la vida y sólo la vida. nos sobrevivimos. estamos aquí. pero eso tampoco me lo creo y sorbo ruidosamente un trago. no hay nadie alrededor y el mozo ha dejado encendida una lámpara solo para mí. buenas noches, mascullo. y recojo las cuartillas en las que he estado pintando círculos y triángulos. nunca deja de amanecer en el sol naciente como en una broma de mal gusto antigua y con sombrero de copa. mi paraguas está roto y parece una especie de bestia mitad murciélago mitad tarántula, pero no creo que vaya a llover.

20.1.14

Sum.

Yo no soy un actor. Pero tampoco soy este amasijo de nervio y seso que veis aquí.

Tampoco soy ese trago de cerveza desesperado que me habréis visto antes.

Llevo un tiempo pensando en qué es lo que define a cada uno, qué es lo que nos hace ser nosotros mismos.

La noche antes de mi primera vez leyendo un público no pegué ojo. El mismo día no pude comer y apenas conseguía esbozar una sonrisa sin que un tembleque nervioso acechara en la comisura de mis labios. Todo fue bien al final, y yo me emborraché tranquilo. Pero tampoco soy nada de eso.

Paso mucho tiempo de veras colocado, y no soy ese. Más tiempo del que quisiera soy un hombre cuerdo, pero ese no soy yo.

Me he dejado el pelo largo, cuando lo tenía corto era el mismo.

Antes de ayer me afeité. Me he acordado porque antes alguien se fijó. No recuerdo haber notado cambio desde entonces.

Una vez hube leído en directo la primera, segunda, tercera vez, me di cuenta de que lo que yo leo no es mío. No es más que tinta seca de lo que algún día fui.

Así que, ¿Qué soy ahora? ¿Qué me define? Porque me he comprado ropa nueva y luzco igual ante el espejo. Terminé aquel libro y ahora estoy con éste. Mas sólo percibo que, si acaso, he crecido.

Yo no sé quién soy. Tal vez alguien pueda decir algo al respecto, pero yo no. Me he desconocido tantas veces que se me hace extraño pensar en que todos nosotros nos llamamos igual. Somos la misma persona y ni siquiera somos capaces de ponernos de acuerdo.

Yo no soy un átomo ni tampoco un Universo. No soy planta ni casi animal pero intento serlo. No soy más que nada. Soy un chispazo. Un zumbido. Un susurro. Una nota al pie de página que pocos de detienen a leer.

Soy lo que sueño. Soy todo aquello por lo que sonrío. No soy una mirada perdida, ni un resoplido tedioso. Pero sí un bostezo por la mañana y quedarme un rato más.

Creo que sólo soy yo cuando duermo.

¿Escucháis cómo suena?


Pues así.

13.1.14

Un auténtico desierto.

Llevo meses caminando por el desierto, tal vez años. Al menos una Era básica. Tanto he caminado que ya olvidé por qué lo hago. Sólo veo una línea a mi alrededor que es el horizonte dividiendo el Universo en dos mitades y no recuerdo el camino de regreso. El tiempo no existe aquí, pues el Sol siempre luce en lo más alto y no hay ni una triste sombra donde sentarme a descansar, así que camino.

Hace tiempo encontré una puerta de madera ennegrecida por el sol con bisagras oxidadas. Estaba ahí, de pie, en medio de la yerma planicie. Pero yo la ignoré ¿Para qué cruzar por una puerta cuando tengo aquí todo el espacio del mundo para campar a mis anchas?

Sin embargo esa puerta me sigue, la veo por el rabillo del ojo y me hace pensar en si tal vez es una salida. También en si de verdad quiero salir, si no estaré mejor aquí. Quizás la vida que vagamente recuerdo de antes de este desierto no haya sido más que un sueño y esto es lo que hay.

Pero si de verdad esta puerta es una salida y además me está siguiendo no tengo de qué preocuparme. Caminaré distraído un rato más y ya después, si eso, me aferraré a ese pesado pomo para cruzar el umbral, a ver qué pasa.

         Este mundo de los candados no resulta alegre, y uno permanece en él sólo con la cabeza, mientras que el resto del cuerpo está de este otro lado, siguiendo sus costumbres cotidianas.
         Cuando uno está en el mundo de los candados, siente ganas de llorar, aunque no lo manifieste. (…) y a veces uno siente que tiene una nube dentro de la cabeza y alrededor de las orejas; y es esta nube la que hace de candado. —Ermanno Cavazzoni (El poema de los lunáticos)
Jessica Torrant

9.1.14

Trilogía de La Rueda —3.

Tuve otro sueño extraño, creo que sólo está en mi cabeza. Caminaba como un pato borracho por el alcantarillado durante toda la noche con unas cuantas cervezas y cuando me asomé por una de las tuberías encontré una antigua amante preguntándose quién había encendido las luces. Era un día normal y yo encendí un cigarrillo mientras caminaba y le decía sin mover los labios que jugásemos a ser Adán y Eva para empezarlo todo de nuevo, pero me dijo que estaba loco.

Pues me siento un poco triste y azul, tal vez sólo necesite a alguien con quien hablar, escuchar alguna voz. Porque van a ser las tres durante toda una hora y no me gusta ese tono del teléfono. Así que cuelgo.

Era un viejo sueño en el que después de la Guerra sólo quedaba yo, y el médico me dijo que también él había soñado con eso, pero que era él el último que quedaba, que no me había visto por ningún lado.

Creo que ahora todo el mundo está teniendo sueños. Todo el mundo se ve así. Caminando solo sin nadie alrededor. Y es difícil estar todos de acuerdo en algo. Yo le dije: Te dejaré estar en mis sueños si puedo estar yo en los tuyos.

Tengo un pájaro que silba y canta y aún así la vida no significa nada //
Gira la rueda bien deprisa y vuela desnuda por la ventana //
Hay una chica a mi lado que no me conoce y eso me encanta.