28.12.09

Un cuento.

En una pequeña aldea del mar Caribe, un empresario extranjero da con un pescador nativo que descansa bajo la sombra de una palmera después de una jornada de pesca. El empresario le pregunta por las capturas, a lo que el pescador le responde que él tira la red y, si hay suerte, en un par de horas saca algunos peces.
El empresario, sorprendido, le pregunta por qué no pasa más horas pescando, para así conseguir más; el pescador responde que con lo que pesca en ese tiempo puede comer su familia, y aún le sobra para venderlo y comprar así ropa y medicamentos.
El empresario se empieza a alarmar.
-¿Y qué haces con el tiempo que te sobra?
-Pues descansar, jugar con mis muchachos, hablar con mi mujer, pasear por el pueblo, tocar la guitarra con mis amigos... llevo una vida tranquila.
-Ya veo... ¿Te aconsejo lo que debes de hacer?
-Bueno...
-Deberías pasar el doble de tiempo pescando, para así traer el doble de pescado.
-¿Y qué hago entonces con tanto pescado?
-Pues venderlo, claro, y con las ganancias podrías comprar un bote más grande, incluso varios botes, así podrías obtener más capturas y más ganancias, controlar la distribución, la producción... trasladarte a la capital...
-¿Trasladarme a la capital?¿Para qué?
-Pues para establecer ahí tu empresa, y seguir haciendo que crezca para tener mucho capital, como yo.
-Bueno no está mal...
-¿¡No está mal!? ¡Serías rico! ¡Tendrías mucho dinero!
-Ya... ¿y qué haría con ese dinero?
-Amigo mío, con ese dinero ya podrías dedicarte a disfrutar de la vida.
-Pero... ¿no es acaso lo que ya estoy haciendo?

Siento no recordar el título del cuento, ni su autor.

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