El empresario, sorprendido, le pregunta por qué no pasa más horas pescando, para así conseguir más; el pescador responde que con lo que pesca en ese tiempo puede comer su familia, y aún le sobra para venderlo y comprar así ropa y medicamentos.
El empresario se empieza a alarmar.
-¿Y qué haces con el tiempo que te sobra?
-Pues descansar, jugar con mis muchachos, hablar con mi mujer, pasear por el pueblo, tocar la guitarra con mis amigos... llevo una vida tranquila.
-Ya veo... ¿Te aconsejo lo que debes de hacer?
-Bueno...
-Deberías pasar el doble de tiempo pescando, para así traer el doble de pescado.
-¿Y qué hago entonces con tanto pescado?
-Pues venderlo, claro, y con las ganancias podrías comprar un bote más grande, incluso varios botes, así podrías obtener más capturas y más ganancias, controlar la distribución, la producción... trasladarte a la capital...
-¿Trasladarme a la capital?¿Para qué?
-Pues para establecer ahí tu empresa, y seguir haciendo que crezca para tener mucho capital, como yo.
-Bueno no está mal...
-¿¡No está mal!? ¡Serías rico! ¡Tendrías mucho dinero!
-Ya... ¿y qué haría con ese dinero?
-Amigo mío, con ese dinero ya podrías dedicarte a disfrutar de la vida.
-Pero... ¿no es acaso lo que ya estoy haciendo?
Siento no recordar el título del cuento, ni su autor.
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