Me levanté muy ligero, como en una nube.
No me sorprendió salir de mi habitación y estar ya en la calle, tampoco que
todos los peatones llevasen patines en los pies. Bueno, realmente esto sí que
me pareció lo suficientemente extravagante como para mirar mis pies para
confirmar que esa sensación de ser casi diez centímetros más alto no se debía a
que yo también calzase un par de esos ridículos patines.
Levanté
de nuevo la mirada con una sonrisa, yo también llevaba patines, sí, pero no me
sentía del todo fuera de lugar, al fin y al cabo, hasta aquel abuelo llevaba un
patín en su bastón como en sus pies.
Me
deslicé calle abajo por en medio de la carretera, ya que no había coches, sólo
gente sentada en sillas de oficina que se empujaba con los pies, zigzagueé
entre los lentos vehículos monoplaza hasta lo que parecía ser una taberna
irlandesa sacada de una película. A estas alturas no me parecía raro nada de lo
que veía, todo el mundo iba con un globo atado a la muñeca, los había rojos,
azules y amarillos, pero no de más colores. Incluso creo que llegué a ver a
Wally-Ya lo encontré-pensé satisfecho.
Abrí
la pesada puerta de la taberna, esperaba que sonase la típica campanilla, pero
en su lugar sonó un tremendo bocinazo que sobresaltó a todos los viejos y
gordos bebedores de la barra. Yo por mi parte protagonicé una espectacular
entrada, resbalando con los patines hasta estrellarme contra el frío suelo.
Aparte del pequeño susto que hizo saltar sobre sus taburetes a los clientes,
nadie pareció darse cuenta de que un muchacho melenudo ataviado con unos
patines hubiese irrumpido en el local de tan escandalosa manera.
Me
acerqué a la barra sigilosamente, ahora ya no quería llamar la atención, sólo me apetecía una cerveza de las
cojonudas, de las que te tiran la mitad de la jarra y la dejan reposar para
acabar de llenártela, dejando una espuma perfecta y un sabor más, no sé, más
casero, más cálido, más puro.
-Jefe,
ponme una jarra de rubia.
El
camarero apenas se inmutó, se movió mecánicamente, se acercó al grifo con el
vaso que parecía levar limpiando durante horas, al principio pensé que me había
tocado de barril nuevo, ya que al principio siempre sale mucha espuma, pero
cuando vi que llenaba el vaso de eso, y me lo servía, me quedé como, en fin,
¿cómo se queda un tipo como yo cuando al pedir una cerveza le sirven una jarra
de leche? Espera… Sí, era leche joder. Dios mío de esta no salgo. Me está
empezando a entrar la paranoia, piensa a ver… Voy en patines, la gente lleva
globos… Todo era raro, pero no lo suficiente para mí, ya me conozco. Quizás…
-¡Paul!
Sí,
un segundo, un momento por favor, ahora no.
-¡¡PAUL!!
3 comentarios:
Ups! No pienses que te he copiado ni nada con lo que acabo de actualizar, lo tenía ya escrito y hoy tocaba.
Si te vuelven a despertar así... tírales la jarra de leche a la cara.
Parecía un sueño agradable, hasta que esa esperada cerveza se convirtió en una jarra de leche, ¿no?
Lo cierto es que para mí sería una pesadilla. No se patinar, no aprendí de pequeña y creo que podré morir sin arriesgar mi cuello sobre 3 o 4 ruedas. Creo que es un deporte de riesgo (patético, lo sé).
Un beso.
El día que me tiré en el skatepark con mi hijo mayor fue glorioso, todavía se está descojonando.
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