El objetivo entonces era destruir lo que quisiéramos, hacer
nuestras propias reglas… al menos en lo que escribíamos. “Podríamos esconder
más cadáveres, es divertido” decía el viejo payaso gordo mientras hacía hueco
en el relleno de aquel oso de peluche gigante de feria donde ocultaríamos a
nuestra última víctima. “Ni hablar” dije yo “estoy harto de todo esto” y me fui
con mi petate lleno de ropa sin lavar. Me había cansado de cavar tumbas todas
las noches, pero aún más de servir de entretenimiento a esa gente sin vida, sin
caras, no eran para mí más que nombres de cuentas bancarias, ricos más pobres que los
pobres que pretenden ahogar su aburrimiento buscando estímulos inocuos y toda
clase de mierdas, mierdas caras.
Así llegué aquí, con los pies destrozados después de horas
de caminata con la fría luna reflejándose en el asfalto, lleno de cerveza, compareciendo
indefenso ante páginas en blanco bajo las incandescentes luces de una barra,
envuelto en conversaciones insulsas con ojos tristes que como yo extinguen sus
gritos en cada trago.
Tenía que dejarlo, ya apenas conseguía poner algo de orden
en todo aquello que parpadeaba en mi cabeza y me hacía tiri-tiritar ¿quién era
yo? quiero decir… ¿cuál era mi papel? quisiera decirle a Nina ahora mismo que
se callara un segundo y me dejara escuchar las voces de todas aquellas de las
que me enamoré en sueños, y ya está.
Cuando era joven podía recordar cualquier cosa, hubiera sucedido o no.
Mark Twain |
1 comentario:
Encontrar nuestro papel es a veces demasiado complicado.
Sobre todo cuando se tiene más de uno.
Muaaa
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