Descendí la montaña, abatido, pensando en todas las almas
que por estas cumbres se han perdido, en todas las muchachas de cabellos escarlatas
que ahogaron sus ojos en el terco llanto; mi cabeza se colmó de dragones
exhalando humo y fuego pagano y de criaturas de grotesco rostro y extremidades
retorcidas bailando al son de los tambores.
Dirigí mis pasos a través de infinitos campos y profundos bosques,
incluso cavernas submarinas donde el cielo y el mar se confunden, fusionándose
en un blanco reflejo centelleando bajo el sol.
Pero Pan no se muestra ante aquellos que le estén buscando,
únicamente sale al paso de los caminantes distraídos y les toca una canción con
su tosca flauta.
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