“Hoy va a ser un gran día”, pienso cada mañana cuando suena
el despertador, aunque se me pasa en cuanto lo desconecto y me doy la vuelta en
la cama para seguir durmiendo un rato más. Los mejores sueños suceden cuando
has de despertarte, puede que no sean los más agradables o bonitos, no hablo de
eso.
Mira a ese tío del espejo, con los ojos envueltos en la
sombra del insomnio nervioso, con una extraña sonrisa que casi parece
disculparse por no haber descansado cuando todos lo hacían y haberse pasado las
horas vacías convertida en una mueca hastiada y ausente del resto.
Dicen que no hay que preocuparse cuando uno habla consigo
mismo, sino cuando empieza a responderse. Ese tipo del espejo hace tiempo que
no habla con nadie, y ninguna voz está ahí para susurrarle cosas al oído.
¿Quién murmura entonces? ¿Qué es ese suave rumor? ¿Dónde están los gritos de
quien debería estar ahí? ¿Qué hay de las enloquecidas carcajadas?
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