aún
quedan residuos entre las muelas de mi quijotera y las encías se dan sedadas
con la remanencia de aquel velo. aquel vuelo sesgado bajo el cielo negro en
duermevela. con agujeros por pupilas y vistiendo como piel las hojas secas, que
se caen, que se embelesan. ese pálpito, ese rubor, como le llamen, esa llama
que apago con las yemas y se queda en cada dedo como un dolor poroso y
liberador que saboreo como el cortarse con un libro o el albor de una marea. a
la mierda, qué más da. lo que importa ya nos avisará cuando llegue, yo qué sé,
que nos pille donde sea. las cosas que he ido guardando las enterraré algún día
bajo una equis en un mapa y diré por ahí me equivoqué, que solo me fui para
volver y que, si a veces me escondo es porque, a ver, a veces me tengo que
esconder. y que si alguna vez mentí fue porque me engañé a mi primero. ay, qué
extraño es olvidar, qué duro desertar de un sueño y regresar a la calma donde
nada pasa excepto el tiempo, que es de sal, y se cansa de descansar tirado así
de tranquilo, estirado como un hilo o mil kilómetros. ¿qué esperaba? ¿despertar
frente al mar y dispersar los cirros, los delirios, con un gesto? ¿apartar, de
un plumazo, todo el plomo, todo el peso de este cuerpo? ¿o tal vez nada de nada
o, más bien, justo lo opuesto? elige un espejo y dile que no, que mejor otro día,
que yo no soy del todo el hoy pero tampoco soy universo garcía y por eso el
poso de este dolor lo ahuyento aullando. que si dudando ya me cuelgan los pies
por encima de la cabeza, imagínate el vértigo que se me vierte cuando me
asiento sobre certezas. ay, ahora tengo muchas cosas en las que no pensar,
tanto que decirme, tanto que escucharme, oídos sordos que hacer, tantas bocas
que callarme. que si mi hogar está donde está mi trasero ahora encuentro que mi
trasero no está donde lo dejé o que han cambiado la cerradura y mi llave se ve
intrusa. orfebre de la excusa destartalada, alquimista de la aprensión, mequetrefe
a secas, quincalla, fruslería. ahora elige otro espejo y dile que no, que me
siento mejor, que sonría. que si pasa lo que pasa es porque pesa lo que pisa y
que, a veces, con las prisas, lo que pesa es lo que pasa y lo que pasa es sólo
brisa. alivia el escribir, es mi tesoro, mi sonrisa. mi pedazo de no ser que apacigua
la virulencia movediza de mis tripas. vuelve a empezar. la vida es corta. la muerte
es lenta. finge que esto no es un sueño y despierta soñando. que la esfinge no
es nada sin su acertijo y, esto me lo dijo un viejo, que el laberinto no está
en los muros, sino en el seso, y que hay un pez en mi barriga que me da paz, y
por debajo sólo hueso.
Edvard Munch |