22.1.16

'Odneiviv.

                “Todo aquello no fue más que chai con moloco; el viejo juego de caer lovetado en una merienda desnuda donde cada cual queda helado al descubrir lo que hay emparedado en su sándwich”.


                Al principio la novedad eran unos cascabeles de latón púrpura colgados de las orejas y una sonrisa hunyadi y joroschó garrapateada en la frente de sien a sien. Después esporas y vistazos y la imagen de dos caballos amarillos y descapotables levantando estelas de polvo bronceado con sendas amapolas por sombrero ornamentadas con espigas. Bajo nuestras cabezas una espiral logarítmica de pipas de girasol y sobre nuestros pies la remanencia de la tiza en el asfalto dibujando una rayuela. Y respirar, el respirar en casa otra vez; eso también estaba.

                Como siempre, llegué tarde, pero antes de que fuera nunca, así que… Y luego las farmacias apagaron sus cruces verdes y mi ventana se quedó encendida con el susurro del frío condensándosele en las mejillas. Pero no estoy aquí, es sólo un decorado. Estoy aquí, y a veces, roto en el suelo, con la cáscara derramándoseme y la duda éterna palpitándome el hipotálamo, solo, con este esguince de cerebelo y este tiritar ontológico, a veces, digo, me salgo y me olvido y me escucho hablándome de no sé qué relojes y cuando miro la hora ya pasó y me arranco un pelo marrón y se va el tren y ya no busco; me encuentro perdido.

                Ha habido un momento… y luego ocurrió otra cosa: Un silencio límpido y tranquilo, esa nota desnuda que despunta sobre el vano y que se oye con los ventrículos como el blanco de las páginas en las que escribo sobre ti. Y eso.

                Y La porcelana formaba un perfecto loxodromo elíptico y el agua al fondo reflectaba los tubos fosforescentes. Y pensé: “A pesar del permamoho de la esquina, ¡Qué buen baño para desmayarse!” Y así pasé media primavera varado en un bar con el fantasma de Patsy Cline revolcándose en el cáterin del Cabaret Lenin con extra de anchoas; un desastre.

                En fin, terminé con un hemisferio y un meselo a cada lado, y cada polo derretido y, en vez de palo, un cucurucho, y, con la macedonia más idónea en un bol, que era medio coco hueco, perdí la cabeza, es decir, perdí el sombrero, y ya me di por vencido.

                ¿Que cómo salí de aquella, me dices? ¡Que cómo entré! Y así sigo. Columpiándome con los pies colgando y las manos en los bolsillos. Culpándome de cada uno de esos vacíos. Armando barcos de papel que se hunden en los párrafos que nunca escribo. 'Odneiviv, le dicen, viviendo al revés. Yo qué sé. Y es que todos los días se parecen a todos los días y, por tanto, eadem mutata resurgo. No sé si premio o castigo.


                Apuro una cerilla hasta la yema y me curo con saliva. Aboclo la ceniza de mis calcetines. La luna se esconde detrás de los semáforos y se quiebra mi lápiz y estoy despierto, en un desierto, sin minas de grafito. Un desierto de todo, un desierto de… ¿qué es desierto? ¿Vacío de qué o repleto de arena? Un desierto de todo, lleno de todo, un desierto de. Despierto.  

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