5.4.11

Una caja rota.

Me acordé el otro día de los scugnizzi, de los niños perdidos, los que sólo saben dónde están cuando ya se han ido... vagaba cabizbajo en las tripas de un dragón de acero que reptaba bajo las aceras y las reses de oro negro... vi ojos cansados y callos en las manos y botas desgastadas y ropas cubiertas de polvo... los vi regocijados a la lumbre mientras la noche susurraba, bajo pieles de toro y vino, con sonrojados rostros que no encuentran su destino, no lloran, no duermen... siempre con desventurados globos y ratones en los bolsillos.

Vi el campo, hogueras calladas y tumbas abiertas... los rayos del sol jugaban entre las ramas y sólo se me ocurría pensar: ¿En qué año estoy? Aquí no hay época que valga...

Vi aquel lugar entre las briznas de hierba, aquel al que llegas tras la escarpada colina... y me senté un minuto. ¿Qué queréis? No quiero pararme ahora. Aún no sé bien lo que tengo, lo que soy, lo que quiero... bueno, tal vez quiera ahora correr y gritar, tumbarme y susurrarle a alguien... cruzar un mar para ver el siguiente, cerrar los ojos, abrirlos después... mover los dedos, romper cosas, inventar otras... hay tanto que hacer, que me odio cuando me acuesto sin haber hecho nada.

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