No hacía mucho que me había quedado sin trabajo ni dinero,
era lo habitual en los tiempos que corrían –o más bien, desandaban- y desde que
tengo memoria recuerdo haberme dicho que jamás sería un sintecho durmiendo
entre cartones en la sucursal de cualquier banco-sanguijuela, así que me fui
derecho a la editorial Random para proponerles una idea descabellada a modo de
negocio arriesgado, les propuse que me financiaran una vida errante rumbo a las
cimas tibetanas a cambio de enviarles semanalmente mis desventuras en la
carretera, como una suerte de Jack Kerouac de la era tecnológica con un
teléfono portátil en el bolsillo trasero y una grabadora de mano digital, gafas de sol polarizadas y bambas
cómodas y robustas… todo un lujo para tratarse de un hombre pobre antaño niño
rico. Lo curioso es que picaron, y ahora escribo esto tras mi primera jornada
de nomadismo, a unos cuantos kilómetros aún de Bayona.
20.2.12
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3 comentarios:
Joder, eso sería brutal.
Dime a quién hay que venderle la moto y me planto las chirucas ya mismo.
Ni de coña, no necesito competencia jajaja
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