Escribí un texto que dice esto:
Yo estoy en varios
sitios al mismo tiempo y puedo demostrarlo. Si me apuran, también podría
afirmar que me encuentro, ahora mismo, en diferentes momentos simultáneos. La vi saltando por debajo de la mesa,
solamente para darme un abrazo. Un abrazo, a mí, que no soy más que un mero
clinamen paralelo a tantos en la Grande Gidouille patacósmica. Y ahora mírame;
dando vueltas del revés para volver a ese instante en el que la luna buscó
cobijo, avergonzada entre las nubes, llorando por no ser ya más mi musa. A la
primera pedalada. A la pérdida de la caracola de Estagira. Desde la última vez
han caído cuatro gotas. Me doctoré en Ontología de la Ignorancia y pasé de
estar entre comillas a volverme por las ramas. Salió el sol unos cuantos días,
entre el frío y el río dando voces. Soñé despierto en duermevela y desde
entonces, pues no me quejo. Me creció un baobab en la barriga del pez que hay
en la pecera de mi barriga y, al mismo baobab, le salieron monocangrejos en las
ranas y tubérculos en las cicatrices y, en el centro del tronco, otra pecera
con un pez que es justo, justo, el centro de mi barriga. Así que bien. Conocí
conocí a un tipo llamado Congo y que además era albino, que preparaba los
mejores solomillos de este lado de ambos ríos. Conocí también a un pseudoenano,
que en verdad era un tipo muy bajito, que disponía de un platillo de bronce por
sombrero y se pinchaba en los corchos o en el ajo del enemigo; quiero decir que
se clavaba como si fuera una chincheta, y así. Iluij, mientras todo esto sucede
en bucles sincrónicos, se deja caer por las ventanas de Ljubljani, conoce conoce
a un cinocéfalo al que llaman Okno, con orejas de perro, lomo de perro y ojos
de persona, que se da garbeos a media tarde y sólo ladra en esloveno. ‘Pambl se
toma una siesta; este asunto lo trataré en el interludio. ¿De qué estábamos
hablando? Un tipo entra en un bar y le dice a otro que un tercero le ha hablado
de un cuarto que comparte cuarto en un cuarto con la cuarta parte de un
antropodólogo, y el otro le contesta que en el curro bien, que sólo le
machacan, que no tiene queja. Como iba diciendo: El mundo por los aires y la
gente peleándose por ser unos de helio y otros de hidrógeno. ¡Por todos mis globos!
¿Es que no queda ya nadie que se contente oyendo llover? Yo me veo como un
plantígrado que evita preguntar qué hora es por si acaso se equivoca. Y tú, tan
inmediata. Luego le respondí a mi propio eco que las ideas no se me ocurren, me
suceden, y lo único que entonces depende de mí es que, al menos, no se me
escurran. Cerveza Apache. Caviar de Lechuga. Cardúmenes de Cetáceos. Miel de
Cebra. Queijo de Mapache. Una piedra. Queneau. Que no. Que nada vuelve a
empezar porque no ha empezado nunca. Que siempre he estado disfrazado de Sísifo
en mochila y que entre el llanto y la carcajada hay un parpadeo porque somos
justamente ese mismo parpadeo. Atravesé la puerta de El Terraza. Crucé el
umbral del Diapasón. Amanecí en el Sol Naciente. Parsimonia del Noche de
Alegría. Gaupasa en el Sándwich Eléctrico. Y por allá que siempre me encontré
otra vez con sus ojos. Todo lo que puedo decir, al fin y al cabo, es que
tampoco yo entiendo muy bien cómo funciona cualquier cosa. Que si aprietas aquí
y sale por allá, al final la palanca es un poco como apostar sobre seguro; y el
ponerse a buscar la tuerca que sobra, para apretarla, es jugar a lo inútil y,
en consecuencia, necesario. Que a mí no me oirás hablar de espárragos porque,
de hecho, no me gustan nada de nada; pero, por lo demás, me cabe un montón de
curiosidad entre las pestañas, y de ahí este brillo en sendas córneas. El rubor
de la esclerótica ya es otra cosa. Fotosíntesis. Yo estoy en varios tiempos al
mismo sitio porque tengo unas dendritas de escándalo y una cuerda larga laaarga
y joroschó que venía anudada al ombligo que me regalaron cuando llegué y que
voy sembrando de pinzas por si sopla el viento demasiado y se me vuela la
sombra y el sombrero. Rara avis, cada cual, nadie es un número. Hubo una vez en
que uno, Juan, se sintió así de Juan y desde entonces esa vez no ha hecho más
que repetirse. Y mientras tanto pasa un pájaro pasa una nube pasa la tarde por
la ventana. Y es que hay días amarillos y días que te dejan el pellejo hecho un
alfajor. Y sin embargo es siempre el mismo jodido día, Janis dixit, pregúntenle
a Phil. Es tirar de la cisterna y que quede el olor, que no por ello es una
fatalidad o un monstruo en plan malo. Fíjate, vivo es todo aquello que cambia o
crece. Resumiendo: Hubo un topo, más o menos así de grande, tal vez con púas o
escamas, que salió de un agujero humeante y se arrastró por el bello guano
porque no había nada mejor que hacer; y así hasta ahora, aunque a veces nos
salga el aliento del lagarto y nos ofusquemos por sandeces. Aprendamos de la
arena, que alcanza hasta dónde y no por grande, sino por compleja. Mo se
encaramó a su farola como trepando por una escala invisible y desde arriba
saludó a dos dodos imaginarios que jugaban a los dados de verdad y después
ejecutó la danza de la panoplia, que consiste, básicamente, en quedarse quieto
y no hacer nada. Al fin y al cabo, y como llevo intentando explicar todo el
rato, se puede ir a cualquier parte sin moverse del sitio.
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