Emocionantes
recuerdos de aquellas noches en Madrid.
¿Cinco meses después? ¿Seis? Parece toda una vida, o al menos una Era Básica:
el tipo de punto culminante que no se repite. Madrid en mayo de 2011 fueron una época y un lugar muy especiales de los que valía la
pena formar parte. Quizá significase
algo, quizá no, a la larga… pero ninguna explicación, ninguna combinación de
palabras o música o recuerdos puede rozar esa sensación de saber que tú estabas
allí y vivo en aquel rincón del tiempo y del mundo. Significase lo que
significase…
La
historia es algo difícil de conocer, debido a todos esos cuentos pagados, pero
aun sin estar seguro de la “Historia” parece muy razonable pensar que de vez en
cuando la energía de toda una generación se lanza al frente de un largo y
magnífico fogonazo, por razones que no entiende nadie, en realidad, en el
momento… y que nunca explican, retrospectivamente, lo que de verdad sucedió.
Mi
recuerdo básico de esa época parece anclarse en una o cinco o quizá cuarenta
noches (o mañanas muy temprano) que me ponía delante del ordenador medio loco
y, en vez de irme al bar, enfilaba hacia la plaza de Azoguejo ataviado con una
vieja mochila de rebook rosa y una zamarra con el lema de Yes We Camp… y cruzaba con un libro el túnel de Guadarrama bajo las
luces de Villalba y Torrelodones y Las Rozas, sin saber a ciencia cierta qué
vía tomar cuando llegase al otro lado (aún no me había acostumbrado al metro)…
pero absolutamente seguro de que fuese en la dirección que fuese, encontraría
un sitio donde habría gente tan entusiasmada e “indignada” como yo: de esto no había duda…
Había
locura en todas direcciones, a cualquier hora. Si no en Sol, por Callao, o
hacia abajo, por Segovia… en todas partes saltaban chispas. Había una
fantástica sensación universal de que hiciésemos lo que hiciésemos era correcto, de que estábamos ganando…
Y esto,
creo yo, fue el motivo… aquella sensación de victoria inevitable sobre las
fuerzas de lo Viejo y lo Malo. No en un sentido malvado o militar; no necesitábamos
eso. Nuestra energía prevalecería sin
más. No tenía ningún sentido luchar… ni por parte nuestra ni por la de ellos.
Teníamos todo el impulso; íbamos en la cresta de una ola alta y maravillosa.
Así que,
en fin, menos de seis meses después, podías subir a un empinado cerro en
Segovia y mirar al Sur, y si tenías vista suficiente, podías ver casi la línea que señalaba el nivel
de máximo alcance de las aguas… aquel sitio donde el oleaje había roto al fin y
había empezado a retroceder.
1 comentario:
Desgraciadamente, no pude ir allí. No obstante, seguí televisivamente la que liasteis haha. Suerte que existan jóvenes como vosotros que luchais pacíficamente por vuestros ideales.
Un beso.
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