-Está bien, está
bien...- continuó Howard-le diré a Marla que las anule.
-¡Mierda!-exclamé sorprendido por la insensatez de mi doctor-¡Había olvidado a Marla!
-¿Qué pasa?
-¡Que puede
descubrirnos, gilipollas! Ahora tendremos que cortarle la cabeza a ella también
antes de que nos descubra…
-¿Pero de qué
coño estás hablando? ¿Estás loco o qué?
-Dímelo tú, tú
eres el especialista.
-A ver-dijo finalmente después de unos instantes de debate
interno-le diré que ha terminado por hoy
y que puede marcharse, no tiene por qué entrar aquí. Ahora mismo voy.
Y se acercó con paso decidido al hall de la entrada
donde estaba la secretaria, no sin antes atusarse el pelo y limpiarse el sudor
de la frente. Una vez hubo salido de la sala de espera, yo me acerqué a la
puerta para escuchar a través de ella.
-Ho… hola,
Marla-comenzó Howard muy nervioso-Eh…
¿Qué tal la tarde?
-Bien, muy bien.
Ahora mismo iba a ponerme con los horarios del señor Hammett, la semana que
viene no puede venir a la misma hora que siempre y estoy viendo si puedo
cambiar su turno por el de otro paciente, seguramente a la señora Valdez no le
importará.-indicó Marla a una
velocidad pasmosa, no recordaba que hablase tan rápido, aunque quizás sea por
la tensión del momento.
-Bien… bien…
pero ¿sabes? Puedes tomarte el resto de la tarde libre, ya harás esas llamadas
mañana… puedes irte a casa… o a donde quieras…
-¡Genial! Así
podré ir a ver aquella peli, la de los sueños, dicen que es increíble…-Oí cómo ordenaba papeles y los iba guardando en
cajones-Bueno esto ya está, voy a por mi
bolso y me voy. Gracias, Howard.
Fue entonces cuando lo vi, aquel bolso de piel
colgando del horrible y retorcido perchero de metal. Lo único que se me ocurrió
hacer fue bloquear la puerta, justo al mismo tiempo que oía a Howard
ofreciéndose alarmado a ir él mismo a buscarlo. Pensé que sería el doctor el
que abriría finalmente la puerta pero me quedé petrificado al ver entrar a la
rubia y joven secretaria que no se inmutó de mi presencia ni de la del cadáver
que yacía unos metros más allá, por lo menos no se inmutó hasta después de
haber cogido su bolso.
Se detuvo con un gesto extraño en la cara, de veras,
era como si no le sorprendiera lo más mínimo, su mirada fue del cadáver a mí y
de mí a Howard, ambos inmóviles, para volver finalmente al cadáver y, después
de unos segundos que me parecieron horas, dejar lentamente su bolso de nuevo en
el perchero.
-No voy a
preguntaros qué ha pasado-dijo Marla con voz serena-¿Éste es el señor Dood, verdad? No pasa nada, he leído su historial,
tenía tendencias suicidas-continuó mientras se agachaba junto a él y le
arremangaba la camisa mostrando un brazo lleno de cicatrices-doce intentos en total. ¿Nunca tuvo suerte
verdad?-Howard y yo seguíamos paralizados sin saber qué contestar-Lo intentó con gas, pastillas, cortándose
las venas, arrojándose por la ventana… ese tipo era inmortal y vosotros os lo
habéis cargado de un plumazo-apuntilló con una sonrisa alevosa.
-Marla, por
favor-contestó en seguida Howard con un hilo de voz-Tú nos conoces, sabes que no haríamos tal cosa.
-¿Un psicólogo
adicto a la marihuana y un borracho con problemas de control de la ira?-se
rió-Ya sé que no habéis sido vosotros,
pero imagino que no vais a llamar a la policía y me resulta divertido ver cómo
os deshacéis de este fiambre.-añadió mientras le sacaba del bolsillo a
Dood su cartera y se ponía a contar los billetes.
-¿¡Qué coño
haces!?-exclamó Howard-¡No puedes
robarle a un cadáver!
-¡Pásame su
reloj!-grité finalmente con el
labio mordisqueado tras la presión del momento, con una voz demente y
entusiasmada por lo insólito de la situación. Marla me lo lanzó y enseguida me
lo ajusté a la muñeca.-Ya puestos…-le
dije a Howard al ver su rostro de decepción-él ya no lo va a necesitar-.
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