8.10.13

Texaco.

Noventa y seis kilómetros más al norte, por la mañana. El viento es fresco como sólo lo sabe ser a esas horas y tú andas mirando los adoquines con una vieja mochila rosa fabulosa y joroschó con los tupis y las llaves y el cuaderno y esas cosas. Ese frío amable y madrugador.
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Lo vi lo vi por vez primera en alguna carretera secundaria del sur, junto a una parada de autobús de madera y con una sonrisa. Lo siento, dijo Steven detrás de sus gafas de sol, no hay sitio. Repasamos el tracklist por segunda vez antes de llegar a Clonakilty, donde quedamos atrapados junto al Texaco de la salida este, justo entre los niños fumadores y la tienda de antigüedades cerrada. Tomamos café y chomp de la aventura, y canturreamos y bailoteamos y aullamos a la luna con cabezas de lobos en las nubes mientras levantábamos el pulgar bajo el indiferente índice de los conductores. Gareth apareció entre las sombras, con su sonrisa, con una guitarra en su funda y la desgreñada melena balanceándose a cada paso. ¡Hola!, nos dijo —pero en inglés—, ¿Os apetece un trago? Nos ofreció un vino tinto de abadía delicioso, además de un Chardonnay que sacó del bolsillo interior de su chaqueta de tweed. Nos contó que venía de Inglaterra, que hacía auto-stop por West Cork tocando en bares y cosas así. Se marchó después de reír un rato con nosotros. Dijo que le gustaba caminar por la noche, y que con una buena botella de vino el camino se hace mejor. Y así desapareció más allá, por la carretera. Compramos enseguida una botella, sardinas y algo de cheddar blanco y buscamos un sitio donde cenar, felices de un modo que no sabría describir, llenos de la alegría que, tal vez sin saberlo, Gareth nos había dejado. Pronto encontramos un altar a la Virgen María con pequeñas cascadas artificiales junto a un arrollo iluminado por velas. Encendimos una, cagamos y cenamos. Bebimos vino. Leímos el capítulo de la oruga y la paloma y Tiger Lily escribió un poema inspirado en la dorada tarde. Y después, sí, es cierto: con una buena botella de vino el camino se hace mejor.


¿Qué tienen estas rayas pintadas en el asfalto que, aún siendo blancas, me enseñan más de mí mismo que cualquier diario de tantos que he garrapateado? 


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