21.6.14

Fragmentos del libro amarillo (XXV).

[Leer con la cabeza al revés]



No existiendo arriba ni abajo ni a la izquierda ni a la derecha sino sólo alrededor es difícil de veras tener la cabeza al revés y se piensa con tanta claridad que al final te descuidas y te enredas otra vez. Como muchas veces que nos duele y no sabemos dónde o los árboles no nos dejan ver el bosque y acabamos encontrándonos a nosotros mismos de espaldas y hay que silbar para avisarnos. O una víbora que se traga su propia cola y en un santiamén desaparece de la vista y se va dónde. He creído alguna vez que miramos hacia adentro sin lente alguna pero sólo de reojo y del susto me eché a reír y el suelo volvió a ser el cielo.



14.6.14

Fragmentos del libro amarillo (XXI).


         Era una máquina que funcionaba sólo si se le daba cuerda rolando un nudo que tenía en la nuca hecho de pelos autóctonos de verdad y con una suerte de mecanismo por engranajes y poleas que llegaba casi hasta las uñas. Practicaba con cerveza y nunca se le dio mal del todo aunque no sirviera para llenar más que un par de páginas o tres los días impares y, según en qué luna viviera, algún dibujo sencillo que coloreaba sólo cuando le apetecía.

         Como un pedernal soltaba chispazos a menudo, y sólo eso bastaba para hacer que todo, aunque sólo fuera por un instante no más largo que un parpadeo, resplandeciera.


10.6.14

Fragmentos del libro amarillo (XVIII).

Vino blanco para los dioses del pescado cuando sufran de náuseas y arcadas arcaicas salivando entre calada y calada con la garganta hecha un pedregoso desfiladero de humo y vapores y vesches y vesches y a otra cosa. Se me ha saltado un ojo pensando y pensando y entre mis dedos un roca girando y así me duele la espalda o la cabeza y miro arriba y ¡ay, mi madre! y miro abajo y siento vértigo.

W. Kandinsky

4.6.14

213.

Martes, más bien domingo.


Nada se rompió estos días, he movido algunas cosas de sitio pero poco a poco y casi sin darme yo cuenta han vuelto a su hábitat natural. Mi único deseo durante un tiempo ha sido que mejorara el tiempo y no sé muy bien qué significa eso. Sin ir más lejos, la otra noche soñé que debía caminar entre la hierba alta bien despacio y encogido, pues mal rayo partía a aquel que se atreviera a tener algo de prisa. Después conté unas cuantas ovejas y así desperté, o eso creo. ¿Qué dijo el espejo? Que estaba harto de la gente. Tenía algo entre los dientes, parecía un trozo de lechuga o algo así de verde. Tiré y tiré y una enorme anguila de un metro se revolvió entre mis labios como un apéndice empapado de mala baba. Seguí tirando y resultó que aquella anguila no era más que la manga de un jersey que creía haber perdido unos días antes en la lavandería. Supongo que me distraje otra vez masticando frutos secos mientras cinco piezas de fruta se desinflaban en el cesto que hay en la cocina. No han dejado de brotar amapolas acá y acullá, mas no soy demasiado buen jardinero y, como tal, pago mis dudas.