4.6.14

213.

Martes, más bien domingo.


Nada se rompió estos días, he movido algunas cosas de sitio pero poco a poco y casi sin darme yo cuenta han vuelto a su hábitat natural. Mi único deseo durante un tiempo ha sido que mejorara el tiempo y no sé muy bien qué significa eso. Sin ir más lejos, la otra noche soñé que debía caminar entre la hierba alta bien despacio y encogido, pues mal rayo partía a aquel que se atreviera a tener algo de prisa. Después conté unas cuantas ovejas y así desperté, o eso creo. ¿Qué dijo el espejo? Que estaba harto de la gente. Tenía algo entre los dientes, parecía un trozo de lechuga o algo así de verde. Tiré y tiré y una enorme anguila de un metro se revolvió entre mis labios como un apéndice empapado de mala baba. Seguí tirando y resultó que aquella anguila no era más que la manga de un jersey que creía haber perdido unos días antes en la lavandería. Supongo que me distraje otra vez masticando frutos secos mientras cinco piezas de fruta se desinflaban en el cesto que hay en la cocina. No han dejado de brotar amapolas acá y acullá, mas no soy demasiado buen jardinero y, como tal, pago mis dudas. 

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