El
reloj despertador sobre la mesilla marca las 5:59 (Clic). Ahora ya
marcan las 6:00 y se enciende la radio.
RADIO: (…) then put your warm little
hand in mine, there ain’t no hill or mountain we can’t climb. Babe. I got you,
babe. I got you, babe… ¡Bien, excursionistas, arriba! ¡Despertad y no
olvidéis lavaros las manos, mantener la distancia y toser en la rodilla para
evitar contagios! Recordad: este virus lo paramos unidos, lo paramos si os quedáis
en casa. Detener el CORVID-19 es responsabilidad de todos y todas. Si te
proteges tú, proteges a los demás. Gobierno de Punxsutawney…
Phil
se revuelve entre las sábanas y espera a que el reloj marque el mediodía. (Elipsis).
Ahora ya marcan las 12:00 y se levanta con un regusto a déjà vu en las
encías. Viste desde hace días una suerte de chándal que hace las veces de
pijama con manchas de sudor ocre en los sobacos y restos de lo que bien pudiera
ser mostaza en la bragadura del pantalón. Se llega al baño y descubre frente al
espejo que la barba le sigue creciendo a pesar del parón, pero no le da mucha
importancia y mea sin cuidarse del antaño temible doble-chorro que salpica el
zócalo. Total, tendrá tiempo de sobra después para fregar la casa varias veces.
En
la cocina, se sirve de la italiana las sobras del café de ayer en la misma
taza, ya con parda pátina en el fondo, y lo calienta en el micro. Deja que
aquello de vueltas durante un minuto completo mientras observa ensimismado el
movimiento de rotación mecánico del ingenio, cosa que no había logrado nunca
durante tanto rato seguido, y se lo toma como un triunfo básico.
Se
asoma al balcón y sopla varias veces el café tras haberse quemado los labios.
Desde lo alto ve a Hades, el vecino del sótano, paseando a Cáncer, su chihuahua
de tres cabezas que se mea y se caga a diario en el portal. Y refunfuña para
sí, huraño.
Phil
decide hacer algo de ejercicio. Comienza con la bici estática que heredó de su
tía abuela Gasparda cuando ésta murió de sobredosis durante la crisis de la
nafta, pero llevaba tanto tiempo estática que no había dios que moviera los
pedales, así que se decantó por hacer deltoides usando un par de garrafas de
orujo blanco como mancuernas. Esto le dio sed y, en un alarde de
responsabilidad poco o nada usual en él, abandona el entrenamiento y se sirve
una copichuela a la salud de Genarín. Termina el ejercicio dando toques a un
rollo de papel higiénico, diecisiete, nada menos; su récord absoluto. Lo
celebra con siete copichuelas más.
Ahora
a Phil le apetece alimentar el espíritu, esto es, leer un libro. Coge el
primero de la montonera de lecturas pendientes junto a la estantería, rasca un
poco el moho que se cultiva en las solapas y empieza a leer: “Cuando
Gregorio Samsa se despertó una mañana…”. Vibra el teléfono. Es un mensaje
en el grupo Equipo Actimel, al parecer unos negros celebran con pompa la
muerte de un compinche y bailan con su ataúd a ritmo de EDM. Sigue leyendo: “después
de un sueño intranquilo…”. Vibra el teléfono. Ahora un serial de audios
relatando la guerra de los Mindolos contra Bananos, Chuminos y Tripones. A
partir de aquí se desencadena una sucesión de memes, pantomimas y parafernalia
que sería harto farragosa de relatar. (Elipsis).
A
Phil le entra hambre. El reloj del teléfono marca las 16:19. En circunstancias
normales, a estas horas Phil estaría lamiendo la pega del papelillo de un
canuto como dicta la atávica tradición judeocanábica. Pero, como su camello de
cabecera se encuentra también confinado en su propio zulo, las provisiones de Phil
se han visto reducidas dramáticamente a residuos de hoja inocua y unas pocas
ramas desnudas. Por ello, resuelve alterar su ceremonia rutinaria de
intoxicación recreativa por vía respiratoria y poner en práctica aquella receta
de quinoa que vio en Instagram que no tenía mala pinta y se presentaba
perfectamente salubre. La cosa es que al final le da pereza y descongela una
lasaña precocinada en el microondas para al menos mirar algo que dé vueltas
sobre un eje estipulado y así paliar el tedio.
Phil
deglute la lasaña sin pan en un santiamén y medio y, sin darse cuenta, se
encuentra recostado en el sofá en franca posición horizontal y se dice a sí
mismo que si se echa la siesta no dormirá por la noche. (Elipsis).
Phil
se despierta con un hilo de baba surcándole la mejilla. En la tele discuten el
ángulo de la curva y advierten de que darán consejos de higiene después de la
publicidad. Phil se despereza con sentimiento de culpabilidad y elije otro
libro del montón polvoriento. Se sienta junto a la ventana y empieza: “Llamadme
Ismael…”. Un perro ladra en la calle. Es Cáncer, con sus muertos pelaos en
ácido, se dice para sí, y chasquea la lengua contra el paladar como gesto de
desaprobación. Continúa: “Años atrás, no importan cuántos…”. Vibra el
teléfono. Es una videollamada grupal con los antiguos colegas de clase, a los
cuales no ve desde la graduación, hace la tira. Lo coge:
COLEGA 1: ¡Hola a todos!
¿Qué tal va esa cuarentena?
COLEGA 2: ¡Coño, Juan!
¡Cuánto tiempo!
PHIL: Hola…
COLEGA 2: ¡Hola, Phil!
¡Vaya pelos!
COLEGA 1: ¡Qué dices, Chus!
¡Nos vimos en la boda del Cejas el verano pasado!
PHIL: Ya… como es domingo
hoy ni me duché ni ná…
COLEGA 3: ¡Holi gente!
COLEGA 2: ¡Es verdad!
¡Joder, qué ciego! ¿Te acuerdas?
COLEGA 1: ¿Pero qué dices?
¡Si es miércoles!
COLEGA 3: ¿Qué, cómo va
esa cuarentena?
COLEGA 2: Bien, bien,
aquí, con la familia, ni tan mal, un poco harto de los críos.
COLEGA 1: Por aquí también
bien.
COLEGA 3: Yo de lujo, hoy
monté un concierto de Rosalía usando latas de cerveza, luego os paso el vídeo.
COLEGA 2: ¡Longaelisa os
manda saludos!
COLEGA 1: ¡Sí, ponlo en el
grupo!
COLEGA 3: ¡Trá, trá!
COLEGA 4: ¡Hol* P*ña!
¿Cóm* **sa **entena?
COLEGA 1: ¡Fransuá! ¡No se
te oye!
COLEGA 3: ¡Un abrazo a
Longaelisa!
COLEGA 4: ¿**ora mej** or?
COLEGA 2: ¡No, peor!
COLEGA 1: ¡Pon los datos!
COLEGA 3: ¿Vosotros
entendéis a Fransuá?
COLEGA 4: ¿Se**men **oye?
COLEGA 1: ¡Nada, no te va!
COLEGA 2: ¡Salte y te
volvemos a meter!
COLEGA 4: P**s yo os
escuch** p**fecto!
COLEGA 3: Bueno, chavales,
yo me tengo que salir, que ahora son los aplausos…
COLEGA 2: ¡Uy, los aplausos!
COLEGA 1: Tenéis razón,
¿lo dejamos para mañana?
COLEGA 4: Cr** q** ya m**
va.
COLEGA 2: Venga, ¡hasta
mañana!
COLEGA 3: ¡Un besazo a
Longaelisa!
COLEGA 4: ¿Q** t**l?
PHIL: Astrólogo.
(Aplausos).
Phil se derrumba en el sofá y arroja el móvil lejos, bien lejos, al otro lado
de la diminuta pieza que habita. Mira al techo y medita. Largo rato. (Elipsis).
El
reloj con forma de gato negro de la pared marca las 20:08, desde la calle se
oyen los primeros acordes de un conocido temazo del Dúo Dinámico cuyo título no
debe ser nombrado. Phil, hastiado de veras, asoma medio cuerpo por la ventana y
vocifera: “¡Hijos de puta! ¡Dejad ya esa canción del demonio, que me tenéis
hasta los cojones! ¡Ni resistiré, ni hostias! ¡Yo me quiero matar! ¡Y tú,
maldito cabrón! ¡Guárdate ya al perro, que le van a salir ampollas en el ojete
de tanto cagar! ¡Puto Cáncer!”. Cierra la ventana con tremendo escándalo,y
vuelve al sofá. No sin antes escoger otro libro del montón. Empieza: “Muchos
años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía…”.
Y da comienzo una repercusión en fa sostenido de cacerolas, ollas, y otros
utensilios domésticos.
“A
la mierda”, se dice Phil. Abre una botella de vino moldavo y enchufa la cuenta
de su primo Alfrodo en Netflix para mirar tráileres. (Elipsis).
Pasado
un rato estándar, a poco de terminar la tercera botella, en medio de la pieza
aparece un pangolín fantasmagórico con alas de murciélago y sombrero cónico de
bambú. Éste se yergue sobre sus patas traseras y musita, con acento zonguonés:
“Aguanta, Phil, mañana será otro día”. Y Phil, del todo normal, responde: “¿Y
si no hay mañana? Hoy no lo ha habido…”
(Elipsis)
RADIO: (…) then put your warm little hand in mine, there ain’t no hill or mountain we can’t climb. Babe. I got you, babe. I got you, babe… ¡Bien, excursionistas, arriba!
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