Vivo ahora en un sueño extraño, estoy despierto o eso creo,
algo raro pasa todo el rato. Me imagino ahora como uno de los sucios poetas de
Natalia Castro, con el cuello de la camisa manchado de vino avinagrado.
(..)Y, cuando llega la noche, los poetas calados de hastío hasta los huesos, oliendo a cansancio que dan pena, se dejan morir sobre sus alfombras mágicas atestadas de lamparones dejados porantiguos poemas de amor. Natalia Castro.
Y me refugio en una madriguera tallada
en la madera de aquel árbol donde los colores se envuelven en papel marrón con
un pequeño lazo de cuerda deshilachada, donde escondí poemas antes de nacer
para escribirlos ahora… pero, maldita mi suerte, no los encuentro.
Esta madriguera está forrada de verdes
enredaderas con flores amarillas y rojas y verdes y moradas y azules como los
pequeños pájaros que revolotean en torno a ellas, también hay anaqueles con
cientos de botellas llenas de barcos y arena y cartas de náufragos cuyos huesos
hace tiempo que se volvieron coral, la entrada a este refugio está custodiada
por una cortina de agua que se precipita desde la copa, donde no alcanza la
vista y, lo más divertido, es que el suelo es esponjoso como la lengua de una
ballena dormida. Me gusta a veces tumbarme en esta alfombra y escuchar el
latido de esa ballena, tan pausado, su respiración y la mía, como las
conversaciones de las olas bajo el sol.
En este sueño yo quisiera ser poeta una
vez más, un poeta enamorado, un poeta invisible, un poeta con la cabeza
escondida en el cajón de los calcetines, un poeta desnudo frente al espejo, un
poeta callado, un poeta sin poemas.
En este sueño llegué al horizonte y me
asomé al otro lado… ¡encontré uno nuevo! “tal vez la Tierra sea redonda de
veras”, pensé, y me eché panza arriba a escoger nubes para hacer un ramo con
ellas y regalárselo a cualquier persona que me espere en la estación de ningún
tren. En este sueño esa persona sí existía, y yo no me ponía a arrancar briznas
de hierba con los ojos desorbitados, no me ocultaba del cielo debajo de una
gran roca, no me convertía en uno de esos lobos de ojos rojos, sino en los
suyos, que cantan a la luna y se transforman en búhos agitando sus alas de
plata en la noche.
Aúllo.Aúllo a la luna que me gusta estar viva. Que siento correr por mis venas algo más fuerte que el cuantrón. Aúuuuuuuullo. Me da igual que no dure, que no lo entiendas o que se me olvide. En este instante, sólo aúllo, como si de esta manera, dejase mi cuerpo y el mundo atrás. Como si de esta forma pudiese transformarme en búho y volar toda la noche. Verde.
En este sueño los días pasan también, y en cada uno
de ellos me despierto habiendo olvidado el anterior, desconocedor de que
olvidaré el presente cuando me despierte al siguiente. Pero no brotan lágrimas
de mis ojos, si acaso de dicha, pues cada flor en el camino se presenta como
nueva, cada pez naranja en mi barriga me hace nuevas cosquillas con sus
burbujas. En este sueño me alimento de jalea de versos preciosos sin palabras y
del néctar de mis pasos y de la dulce lluvia mojando mi frente. En este sueño
cada parpadeo hace que cambie el paisaje, que las raíces de los árboles se
estremezcan en alegres sacudidas. En este sueño mis manos son invisibles y me
divierto intentando asir cosas con admiración, asombrado por el tacto que
entonces adquieren.
En este sueño no hace falta que escriba estas palabras ni
ningunas otras… en este sueño nada importa de veras, cada bocanada de aire,
cada trago, es el primero y el último.
Wassily Kandinsky, Comp. nº7 |
2 comentarios:
Qué bonito, tan sensorial, tan vivo. Da gusto leer cosas como ésta de vez en cuando, me ha encantado.
Me encanta la forma en la que esta escrito este texto, y el cuadro a conjunto no sé, lo hace todo más significativo.
:)
Muaa
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