«La mejor soma es la distancia voluntaria», con esa frase
empezaba mi libro, quizá no sea el más conocido de los que me han publicado,
pero sí de los que más orgulloso me siento. Se trata de una recopilación de los
viajes que hice cuando era joven.
Yo era entonces un muchacho tranquilo, acostumbrado a
imaginar para tener y cauteloso con la llave de su amistad, pero vayamos al
grano, mi historia comienza en aquel día en que, sin saber cómo, me levanté
adulto. Fue como mirarse en el espejo de lo que quieres ser y ver ahí a otra
persona, y que en el mismo reflejo ella te coja de la mano y te susurre
secretos al oído.
Llega quizás un momento en la vida de todo hombre en la que
la felicidad está lejos de aquello que amamos.
Un solo gramo de soma —o una sola unidad básica de
distancia— cura diez sentimientos melancólicos.
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