10.6.12

El flautista a las puertas del alba II —Lucifer Sam.


Las bolas de billar corrían por la mesa a la orden de tacos de cenizas de azur. Un blues rápido agitaba el humo que gobernaba la oscura sala. Mi cabeza se precipita frente a la barra, abatida. La ginebra de la victoria también lo está y no se presenta más que como triste espejo —¿Te he hablado ya del gato de mi amigo Sam, de Chesire? —le digo en un eructo al viejo vecino— Lucifer siempre estaba a su lado, siempre. Siempre estaba a su lado. Lucifer tenía algo extraño, algo raro, algo que no puedo explicar. Sí, algo que no puedo explicar. Su novia, no la de Lucifer, la de Sam. La novia de Sam era una auténtica bruja. No sé por qué, no puedo explicarlo. Tenía todo lo que tiene una novia. Tenía una bonita melena rubia o negra, unos ojos sinceros, unos ojos… verdes y sinceros. Pero ella, Ginger, así se llamaba, Ginger estaba en el lado izquierdo, en la cara oculta. Lucifer no, Lucifer estaba en el derecho. Lucifer estaba en el mar, tranquilo, como un gato-barco… como algo que no puedo explicar. No puedo explicarlo, pero también se esconde ahí, en el suelo, entre la arena… hablo de Lucifer, el gato, el gato de Sam ­—Mi viejo vecino pide otra ginebra de la victoria con sus ojos fijos en una servilleta mojada, no me importa si me escucha él o alguien, no me importa si mis palabras se pierden en la embriagada atmósfera— Cuando te acerques, viejo vecino —le digo, apuntándole con el dedo—, ese gato, Lucifer, ese que tiene algo que no puedo explicar, será encontrado, cuando estés cerca y puedas sentir su marino aliento, cuando tampoco tú puedas explicar qué tiene ese gato.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lucifer..precioso nombre para un gato =)