29.10.12

El lado oscuro de los lunáticos.


         Desde hace ya algunos años me dejo arrastrar de vez en cuando por  desquiciadas aguas, esto es porque cuando tienes mucho tiempo libre siempre hay un poco que se te escapa, un pequeño retal —o tal vez no tan pequeño— que te apetece perder por ahí y que se quede empapado y sucio en un charco de una calle aleatoria. En cualquiera de esos charcos, siempre hay un puñado de lunáticos que han perdido sus retales.

         Matt Terrace vive en el caos del Hércules que cambia las armas por un balón de fútbol, en el charco lleno de hierba y en las barras de bar con una cerveza o una copa de whisky patrio oscilando en su mano como un centro de gravedad obtuso.

         El ajetreo de los borrachos del parchís sin anestesia me hace sangre y resaca y me olvido de las caras y no hay nada que quiera ser recordado porque su casa es el charco; y al final, mirando las figuras que se forman en la disipada espuma de la bañera —¡Eso parece un perro, eso un hombre con sombrero!—, el agua se enfría y yo me quedo dentro de mi culo triste.
        

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