La vida sigue igual en la Granja Animal, pero ojo, que la
vida siga igual en cualquier sitio no significa que no haya pasado nada. Hace
tiempo que llegaron las máquinas con sus rugidos y sus bocanadas de combustible
y humo negro y ahora los percherones no son más que piezas de museo, igual que
los serenos (que se llaman así porque a todos les gustaba empinar el codo).
Ahora los perros muerden otra vez.
Yo he pasado ya por unos cuantos establos, pues ésta es una
granja muy grande, enorme, y los animales vamos cambiando de hogar y de amigos
como un guiño de libertad. El caso es que siempre he sido una oveja de un color
cualquiera compartiendo pasto con ovejas de otros colores, tal vez me he
sentido solo alguna vez, otras veces incomprendido, incluso rechazado, pero
siempre he tenido mi hueco en el establo y un buen trozo de hierba para
llenarme el buche. Hace poco que encontré un establo nuevo, o viejo según se
mire, estaba pintado justo como yo quería, no rojo con los marcos de puertas y
ventanas blancos, sino algo maltrecho y ajado, con algunas manchas multicolor
que le daban cierto encanto. No llegué a entrar, pero vi que todas las ovejas
eran de mi mismo color, algo así como un verde algo azulado. Me alejé
enseguida, incluso mi lana se tornó de un tono misterioso y diferente. Seguiré
en mi cubil, pues ahí tengo calor de hogar, y este nuevo establo ahora se me
presenta frío. No quiero vivir ahí, prefiero seguir siendo una oveja de un
color cualquiera en un rebaño de ovejas de cualquier color.
Es aburrido este gallinero. Horas vacías encerrada en una
pequeña jaula en un infinito pasillo lleno de jaulas idénticas donde están mis
hermanas y mis primas y mis primas lejanas, mientras el patrón espera que
pongamos cientos, miles de huevos que no volveremos a ver. A veces pienso en a
dónde van todos mis huevos, tal vez todos mis hijos sean soldados ahora en un
ejército preparado para combatir contra otra Granja Animal, aunque no estoy muy
segura de si existe alguna otra más allá de la cerca. Lo mejor es el rato en el
que nos dejan salir al corral y podemos estirar nuestras patas y pasearnos
agitando la cabeza mientras picamos aquí y allá un poco de maíz rancio. Es raro
ver entonces tanto espacio abierto, pero eso nos aterra y nos divierte.
Se está tan a gusto en esta pocilga. Jugando con mis
hermanitos mientras intentamos pescar un cálido pezón de Mamá Cerda que yace
recostada en medio de la cómoda mierda. Algún día seremos grandes y gordos y
nos llevarán a las dehesas a comer bellotas para ponernos bien hermosos.
Siempre hay algún lechón, el más flaco, que un buen día se queda como dormido y
empieza a oler mal, y a nosotros nos inquieta (poco rato, pues hay que seguir
mamando) porque nunca se despierta. Entonces llega el patrón, y dice que ha
muerto. No sé qué es morir; y si es eso de dormirte, oler mal y nunca
despertar, sólo le ocurre a los cochinillos, pues en la dehesa no muere nunca
nadie, simplemente desaparecen. Yo creo que te acabas fusionando con la tierra
y vuelves a la Vieja Mamá, a la primera de la que somos hijos tanto los cerdos
como las ovejas y las gallinas.
* * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario