He quedado conmigo mismo para ignorarme. Tengo los pies
fríos. Pasaré a limpio aquel cuento que escribí en una gasolinera. Dentro de un
rato. Tal vez luego me tome una cerveza, de momento me quedaré aquí
escuchándome y encendiendo cerillas.
Se rompió el delgado cordón de cuero de mi nuevo monedero
viejo de piel. Era de mi padre. Bajo la solapa está escrito PABLO con letras
sencillas y negras.
Hice un dibujo el otro día. Un árbol con un payaso de
sonrisa pintada ahorcado. Y un kiwi en una rama buscando su nido, que está en
otra. Y una anillada cola de lémur asomando entre las hojas. A los pies del
árbol hay una flor blanca y amarilla llorando, y más allá un gordo desnudo con
gafas de sol y sombrero de paja carcajeándose mientras señala con su dedo gordo
al payaso muerto. También hay un oso con una manzana en la zarpa, y una
serpiente que parece haberse tragado un elefante y una tortuga Casiopea en cuyo
caparazón se puede leer why not? con
letras sinuosas. Un poco más allá hay un cerdo con cuerpo de caja fuerte y
patas de cocodrilo que sueña con ser una salchicha alada con hocico y pequeños
ojos negros. Sobre el árbol, Pan toca una armoniosa canción con su flauta y un
pájaro azul emerge de entre las ramas con las alas azules extendidas. Y más arriba
hay una lata con una carita sonriente y otra carita triste que además también
tiene alas. En la esquina superior izquierda de la hoja cuadriculada hay un
bonito pez naranja de grandes y profundos ojos negros que está algo ausente del
resto. Vuela por encima, pero en verdad nada en un agua invisible. Creo que ese
pez soy yo.
Pues creo que me da lástima de veras que se haya roto ese
delgado cordón de cuero, porque ahora no podré llevar el monedero viejo de piel
colgado del cuello.
Supongo que todo es tan sencillo como hacer un pequeño nudo
en cualquier cordón que se nos haya roto, más que nada, para no ir perdiendo
los globos cuando haga viento.
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