“Mañana cambiaré un poco más mi vida”. Eso mismo me suelo
decir a menudo justo antes de meterme en el saco de dormir pero, maldita sea, siempre
suena la misma canción cuando el sol se despierta entre las ramas y se me cuela
por la ventana, la marmota ve su sombra
entonces y todo vuelve a empezar. Creo que fue por aquella vez que subestimé al
Tiempo. Se ofende con facilidad, pues es muy orgulloso, dicen que todo gira en
torno a él. Y yo… yo ahora estoy en la hora del té y no puedo cambiar más que
de sitio o de taza de vez en cuando. Si acaso también de cucharilla.
Diez dedos tenemos en las manos así como en los pies, dos
ojos bien brillantes justo aquí, estos dos agujeros son para respirar y con
esto de aquí puedo hablar, besar y comer. Y sonreír. Mira estas dos orejas, una
a cada lado, hermanas desconocidas que nunca se oirán la una a la otra, que
viven estereoscópicas vidas paralelas como en otra dimensión, ¡cuánto me gustan
las orejas joroschó!
Sin embargo, ¿hasta qué punto prestamos verdadera atención a
todos estos apéndices sensibles? Sabemos prácticamente todo acerca del
funcionamiento de la maquinaria del cuerpo, incluso los combustibles necesarios
para su cuidado y rendimiento, pero no consigo adivinar quién es el conductor.
O tal vez sólo sea uno de esos momentos en la vida en los
que te sientes algo perdido, aún viendo el camino más o menos bien entre la
bruma y estando tranquilo. Ya sabes, cuando te da por pensar un poco y mirarlo
todo desde arriba. Este capítulo se titularía: Desinflando globos.
Subrayaría lo de “Desinflando”, que no es lo mismo que “Reventando”
o “Pinchando”. Pienso que a veces hay que ir desinflándose a uno mismo para
poder purgar los malos humos que se hayan podido colar por el camino. Después
sólo hay que volver a llenarse los pulmones de aire y levitar atándose largo al
suelo y respirar, y eso es fácil. Claro que antes hay que colgar los globos en
el tendedero con unas cuantas pinzas un par de días. Yo suelo aprovechar para
ponerme los calcetines gordos y leer un poco. Si acaso dar un paseo antes de
comer y otro por la tarde, cuando vuelan los pájaros.
Lo difícil de todo esto es que al principio el ritmo no
acompaña o no sé o no sabemos cogerlo. ¡No hay tiempo, no hay tiempo! Y estoy
de aquí para allá y no me quedan más que las horas en las que se confunde lo
tardío con lo temprano para sentarme
justo aquí y descansar un poco. Cosas por el estilo. Como pararme a pensar en
mi procrastinación y en el miedo a convertir todo lo que he estado soñando y
tejiendo y enredando desde hace ya bastantes lunas en un puñado de papeles sin
vida. Así de raros somos los monos desnudos, como este disparate que tengo en
el corazón.
Ahora es cuando yo escribo: “Mañana cambiaré un poco más mi
vida”. Y así cierro el círculo como aquello del eterno retorno y termino la
página con la enigmática elegancia de un oso hormiguero con pajarita. Pero creo
que he aprendido a aprender de mis propias palabras, y con éstas en concreto he
aprendido que estaba equivocado desde la primera premisa.
Hoy cambiaré un poco más mi vida.
1 comentario:
Nada que añadir. Si acaso que me lo figuro a lo mejor más en un pingüino, que cuando van andando se ve claro que no están en su elemento, y por aquello del frío, pero el oso hormiguero tiene sentido, y también gracia.
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