no
sé cómo empezar esto. el típico plan de tranquis, con los tronquis, que se
trunca, y acabas con la nuca desencajada como nunca, bajo un tractor, y, con
una carcajada de terror, el doctor te receta que te tomes una siesta, y que
menos fiesta, y también que menos setas. lo que se dice: el no tan típico tipo
de veintipico, que vive medio en las nubes, medio en las tripas, como trepando
a un trípode de tripis, con un tricornio en la cabeza y, en el regazo, un
tríptico de los tres tristes tigres atravesándole con el travieso temblor
contemporáneo. estar entre las estrellas. las sábanas. bañarse sin piel ni
huesos en mil charcos sobre el suelo. fingirse cielo y cuerpo por un momento y
palpar el palpitar del tiempo. ponerle un nombre a cada cosa. una palabra. un
susurro. una mentira. el viento a través de las ramas haciéndose pequeño y
demostrando su presencia. no sé cómo continuar esto. el día dado en que nada te
daña, ni te engaña, y cada capítulo tiene un título, y te das cuenta de que la
realidad ye como el culo: que todos tenemos uno y cada cual apesta a su manera.
y que a menudo nos liamos como tarzanes en los pelos, que en mi mundo son
lianas. y así uno se siente bien aunque a veces esté solo, pues sólo hace falta
saber que no todo está fatal y que, toques donde toques, sale algo. ahora no sé
cómo acabar esto. en qué bar o si aún está abierto el metro. no sé si debería
ir a acostarme o si otra vez me costará dormirme. no sé nada de tantas cosas.
de tantas costas. de tantos costados. no sé cómo terminar esto. no sé si quiero
terminarlo. no sé.
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